En el ámbito de las familias también existen las fake news, las informaciones falsas con potencial de viralización. Una de ellas me atribuía, de niño, la colocación de chinchetas sobre el colchón de mi primo Miquel Violan i López durante una temporada que se alojó en nuestro domicilio en la barcelonesa calle de Párroco Ubach. Él tendría unos 4 años. Yo debía de tener unos 11. Nada más lejos de la realidad: fue él quien me las puso a mí, una travesura sin trascendencia, cosas de chiquillos. (Las verdades históricas por encima de todo).

Todo eso me venía a la memoria ayer al despedir a mi primo en la sala de cuidados intensivos de la Vall de Hebrón donde expiró acompañado de su madre y hermanos.

Me vino también a la memoria su querencia por cantar. Cómo amenizó algunos encuentros familiares del clan de los Violán con su voz poderosa, de hombre robusto. Y las muchas atenciones que mi madre siempre le prodigó, a aquel niño que llevaba mi mismo nombre pero que nació una década después como primogénito de la rama de los Violán-López.

Miquel es el segundo primo que pierdo. A la pena de la pérdida se une que no había alcanzado los 50, lo que constituye eso que normalmente se llama «una muerta prematura». Todo fue muy rápido. Un accidente vascular cerebral y un ingreso hospitalario que no pudo evitar lo inevitable.

(Ante su presencia moribunda en el aséptico lecho hospitalario pensé en imaginarias chinchetas que se me clavaban ante la pena por su marcha, tan temprana, tan repentina).