Visito fugazmente Mallorca. Pero los astros se alían y veo a un buen número de amigos. Qué alegría el reencuentro, con el plus de emoción por los largos meses sin vernos.
La isla está a medio gas, en temporada baja, aunque la Vía Cintura (principal arteria de tránsito) va repleta (me dicen que el parqué móvil se ha incrementado un 20% y que los pisos palmesanos están por las nubes).
Es siempre agradable pasear por delante del Riu Centre, en las inmediaciones de S’Arenal (una bañista se atreve a nadar, según veo).
Me encanta cazar las conversaciones de los jubilados alemanes aunque mantengo mi período de abstinencia lingüística; no quiero volver a hablar alemán hasta que consolide mi nivel de sueco.
(Excelente menú de mediodía a casi 15 euros en el Rincón Gallego frente a la Porciúncula, donde otrora estuviera el famoso Ca l’Andreu, caro y bueno, arrastrado- entiendo- por la última crisis. Y cuánto nórdico y teutón en el local «Cuba», en Santa Catalina, punto de encuentro de la noche palmesana…)