Asi rezan los carteles que leo estos días en los alrededores del Hospital Clínico de Barcelona: «¿Dónde está el señor Sergio?».
La fotocopia en blanco y negro revela la estampa de un octogenario (quizá nonagenario)que un día desapareció.
De vez en cuando alguien desaparece. Cuando se trata de un anciano, es presumible que sea el Alzheimer que haya jugado una mala pasada.
Se pierden también perros, gatos y canarios. La ansiedad por la desaparición puede ser dramática. Se llega a querer mucho a una mascota. A veces como a una persona.
(Ahora cada mañana cuando paseo por la calle Provenza me fijo a ver si veo al señor Ignacio).