Pronto hará dos años de aquel 27 de junio de 2016 en que me lié la manta a la cabeza y comencé a estudiar la lengua sueca. Un bienio después, leo con soltura la prensa y me expreso ya a nivel medio y con la vista en alcanzar en los próximos meses el nivel superior.
Ha sido una bonita aventura lingüística jalonada por 4 ó 5 viajes breves a Suecia, unas cuantas inserciones en este blog y un diccionario de elaboración propia que se acerca a los 6.300 vocablos. Mi idea es cerrarlo en 8.000, cantidad más que suficiente para mantener conversaciones amenas con los autóctonos.
En líneas generales me ha resultado más fácil de lo que pensaba. Al estar curtido con la lengua alemana, cualquier otro idioma europeo se me antoja accesible.
Ahora mi ilusión-para 2019- es obtener el certificado superior de C1 en sueco e iniciar la lectura intensiva de la lengua danesa. Ya he hecho algunas incursiones y se me antoja sencilla. La fonética dará más guerra pero tras pasar por el sueco se me vislumbra como una meta accesible. Qué placer poder leer pronto en danés al filósofo Soren Kierkegaard que tanto gustaba a Miguel de Unamuno…
(Debo encontrar pronto en mi teclado esa subyugante vocal «o» con barra diagonal oblicua que tanto glamour da a lo danés y noruego…)