Regreso al restaurante Palomares. Allá donde acaba Vilassar de Mar y principia Cabrera de Mar, en el litoral norte de Barcelona.
¡Qué bonito es el Maresme! Y qué bella vista la del restaurante, a pocos metros de la estación de la Renfe.
El personal es amable. El rebozado de los calamares, sin embargo, manifiestamente mejorable. Los precios, sugiero que revisables a la baja aunque con ello decrezcan las porciones.Pero ese mar allá delante no hay que tocarlo. Es precioso.
(Y cuánta actividad cultural genera el Maresme. Quizá debiera plantearme jubilarme en esos lares tan layetanos como mediterráneos, de cielos turbulentos pero mar adorable).