Me emociono al leer los obituarios de la prensa sueca y las esquelas en general. Son bellas, incluso no exentas de un toque alegre. También los cementerios son plácidos, distendidos. Incluso levemente festivos.
A través de los obituarios aprendo nuevo vocabulario pero por encima de todo me impactan las biografías sucintas de personas que nos han dejado y que provienen a menudo de localidades suecas que ya conozco.
Aparecen los oficios más diversos y un amplio abanico de vivencias y méritos. A menudo, el texto apunta que el finado «dejó muchos amigos».
Miro con embeleso la foto del difunto,la difunta. Aparece. Intento leer en su rostro los méritos descritos, el perfil elogiado y la vida dejada atrás, ya tan sólo un recuerdo materializado en volátil papel de diario.
(Mi glosario de sueco ya alcanza las 4.150 palabras; acabaré el año con 5.000. Hoy he anotado con sorpresa una expresión también hispánica: ponerse la piel de gallina. Ellos dicen «piel de ganso». Exactamente: det ger mig gåshund.)