Tengo la impresión de que en pocos días muchos años de paciente construcción del edificio de la democracia ha dado paso a una peligrosa aluminosis: la construcción se cuartea y los malos modos y la intolerancia vencen. Se crea la peligrosa espiral de ver quién va a llegar más lejos en su desafuero.
Esta es la impresión que me produce la agitada semana parlamentaria en Cataluña, convertido en olla de grillos, en trifulca de patio de escuela como si de una remoto e improbable hemiciclo se tratase. Irreconocible.
La democracia es por encima de todo un talante. Ni está ni se le espera. Es un momento de degradación colectiva.