Es siempre agradable recalar unos días en la villa de Céret, en el Vallespir francés. Es una simpática localidad impregnada de un sentido artístico de la vida y de febril actividad cultural: sardanas por doquier y una exposición sobre Dalí brillan con luz propia.
Me sorprenden, por cierto, sus bajos precios, homologables a Barcelona o inferiores incluso. No hace mucho tiempo que ir a Francia era sinónimo de comprar caro. Los niveles de vida se han hecho parejos.
Me llama también la atención el bajo número de autóctonos que hablan la lengua catalana. El francés está por doquier (eso me permite practicarlo y disfruto con ello) pero me asalta la sospecha -ante la masiva presencia de catalanes- si no se ha convertido la villa en un parque temático para que los catalanes del sur juguemos a la internacionalidad de la cultura propia y común, en tiempos tan precarios e inciertos.
Lo cierto es que resulta agradable el retorno al Vallespir y volver a leer el tradicional diario «L’Indépendant»: tiene sabor catalán pero fundamentalmente está escrito en lengua francesa.