Se acerca la medianoche en Estocolmo pero la oscuridad no se completa: la jornada queda anclada en un atardecer tardío, Y a pocos metros de mi hotel, los trenes duermen la noche de los justos perfectamente aparcados.
Si el tiempo siempre fuera así, sería adorable residir en Estocolmo (qué agradable el calor moderado de esta tarde) pero sé perfectamente que no es así. Esta capital padece de frío arpío ya desde las postrimerías del verano y esto no casa con mi mediterraneidad.
(Pero disfrutemos del momento, qué caramba).