Dentro de la fonética sueca la i latina y en menor medida la y griega resultan comprometedoras: te obligan a esbozar una rauda y amplia sonrisa con la boca para emitir la tonalidad vocálica precisa. ¡Una pasada!
Sin embargo, cuando uno se acostumbra a esta complejidad fonética y regresa a otros idiomas los encuentra -por contraste- francamente fáciles. Por otro lado, el sueco tiene por momentos un ritmo melódico que te encandila. Las palabras cabalgan las unas sobre las otras y forman una partitura que tiene su intríngulis.