La escritora Laura Freixas (vecina mía en la calle Sanjuanistas de Barcelona) relata esta mañana en la cadena SER el día en qué dejó de querer ser «escritor» para quererse hacer «escritora».
Sutil diferencia: la literatura sigue siendo un terreno de dominio masculino y es tal la sensibilidad que marca reconocimientos y prebendas. Como apunta Laura, ¿dónde están las grandes obras que describen los embarazos?
(«No paraba de llorar»-me dice siempre mi madre sobre mi vecina Laurita, un año mayor que yo en aquel edificio en el confín del San Gervasio barcelonés. En el mismo edificio moraba también Alfonsito Levy, el precoz vate que nos asombraba ya en el Instituto Menéndez y Pelayo. Mi madre le salvó de manera épica de la terraza donde un día quedó confinado).