Este martes, 27 de Septiembre de 2016, cumpliré mi primer trimestre de estudio de la lengua sueca. Dejaré atrás 90 días de aprendizaje intensivo.
Todo comenzó el 27 de junio con mi primera clase en el Institut Nòrdic de la Gran Vía de Barcelona. En tres semanas realicé el nivel A-1, que corresponde al primerizo que no sabe nada.
Con más moral que el Alcoyano, realicé el A-2 durante el verano de manera autodidacta: tirando de manual y diccionario. Y llega ahora octubre y abordo el B-1 con la mirada ya puesta también en el B-2, de manera que dentro de un año ya esté yo inmerso en el C-1: el nivel superior.
Un año es poco tiempo para aprender una lengua. Pero cuando la motivación acompaña, la intensidad es más importante que la extensión en el tiempo.
Además, en el aprendizaje de la lengua sueca estoy vertiendo todos mis conocimientos de cosecha propia de carácter metodológico para el aprendizaje de una lengua extranjera. Todo parece indicar que voy bien encaminado y que dentro de un año hablaré sueco con fluidez.
(No es una cuestión de capacidad; es una cuestión de método y constancia).