Ya de nuevo en República Dominicana, revisito Boca Chica, la zona playera a 45 minutos de Santo Domingo. Me reencuentro con sus calles destartaladas, la vivacidad de siempre y la mugre omnipresente. Pero tiene su autenticidad, su cosa, su atractivo.
Me acerco a la terraza del «Boca Marina», un local «pijo» en una zona depauperada. Sorbo mi limonada con los ojos puestos en un mar verde, muy caribeño y recuerdo con nostalgia (cada vez siento más) el viejo «El Cielo», local mallorquín que reunía a nobles y plebeyos y que se luego se transformó en el ricachón «Puro Beach» (es el poder evocador de la memoria…)
(Llueve en Santo Domingo, anochece ya a las siete de la tarde y los últimos pájaros consuman su huida en desbandada. Tecleo confortable desde el hotel Embajador mientras escucho la radio sueca vía Internet.)