El de hoy es un día canicularmente duro. Estuve el jueves en Salou (duro calor), estuve ayer en Vidrà (duro calor) y hoy domingo en Barcelona el sol aprieta de lo lindo. Tanto es así que me he dotado del pequeño ventilador blanco que uso en contadas ocasiones. Hoy es una.
En líneas generales el calor me resulta grato; a él me acostumbré tras mis múltiples incursiones caribeñas a finales de los noventa como directivo de la cadena RIU. Fue un juego de aceptación: el calor es así, lo tomas o lo dejas. Y decidí tomarlo. Aceptarlo. Pero no faltan días (como los de esta semana) en qué me coge con la guardia baja y me altera el estado de ánimo. Teclear (lo que estoy haciendo desde hace unos minutos) devuelve el brío a mis neuronas y todo mi ser se revitaliza. Y el ventilador ayuda, claro.