Esta madrugada soñé premonitoriamente que tenía que llamarle. Que él me quería agradecer algo. Unas horas más tarde, mediodía del lunes, me aturde una llamada desde Palma:
-Felipe ha muerto en Madrid. Nos ha dejado esta madrugada.
Don Felipe Cuesta y Cuesta era un abogado de los buenos. Se ganó la confianza de don Luis Riu Bertrán, cofundador de la cadena RIU, y del socio alemán, la TUI, lo que le convirtió en letrado de referencia para ambas grandes empresas durante los años setenta y ochenta.
Un amigo común, Antonio Gómez Frank, nos presentó a finales de los noventa. Yo por entonces era director de Comunicación de RIU. Fue el comienzo de una amistad que ha resistido la diferencia de edad y el paso de los años.
Indefectiblemente cada vez que me desplazaba a los Madriles para impartir en Instituto de Empresa, llamaba a Felipe y nos veíamos. Admiré en él su fuerza de voluntad, una tenacidad a veces corrosiva y un inverosímil equilibrio entre la dureza con la que gestionaba los pleitos y la dulzura con la que sintió la llamada de la India. La Asociación Kanyakumari fue el centro de sus desvelos para dar techo y una esperanza a los más desgraciados entre los desgraciados.
Admiré su gesto y su devoción y me animé por ello a donarle todos los beneficios de mi primer y exitoso libro: «El Método Guardiola». Fueron unos cuantos miles de euros para alimentar bocas y socorrer ancianos pero que por encima de todo alimentó nuestra amistad y devengó unas cuantas complicidades y conversaciones a calzón quitado.
Admiré de Felipe su capacidad de lucha y su entrega. Siempre imaginé que como enemigo debía de ser temible. Pero de tal faceta nunca pude dar testimonio. A mi lado Felipe fue un hombre paternalista y sin dobleces. Me hizo entender aspectos inverosímiles del negocio turístico y -sin proponérselo- me ayudó a comprender los estragos del franquismo sobre varias generaciones de españoles.
Los libros autobiográficos que don Felipe escribió merecen lectura atenta. Especialmente las páginas sobre sus orígenes burgaleses y sus peripecias por Fuerteventura.
Me entristece saber que no podré volver a entablar tertulia con el amigo ido pero le agradezco el quedo detalle de preanunciarme su marcha muy entrada la madrugada.
(Doy mi sentido pésame a su gentil viuda, Margaret, y a todos sus hijos: la gran familia Cuesta. Como benditamente dirán de él en la India, «love and prayers» querido Felipe).