Vi por televisión la debacle en San Mamés de anoche (Athletic de Bilbao 4, Barcelona,0) en partido de ida de Supercopa y me di cuenta una vez más de la importancia de saber gestionar nuestra fatiga en todos los órdenes de la vida. Nadie está a la alzada de su potencial si no sabe descansar lo suficiente.
De entrada, me llama la atención el diabólico calendario que obliga al equipo a jugar una final de la Supercopa de Europa en la capital de la remota Georgia y tan sólo tres días más tarde un partido en Bilbao, con el desgraciado añadido de que lo que parecía una final plácida se convirtió en un tormentoso empate a 4 resuelto in extremis en la prórroga.
Que el partido de vuelta de Supercopa sea este lunes es también una ubicación en el calendario que firmaría nuestro peor enemigo.
A menudo tengo la sensación de que la alta competición es extremadamente frívola a la hora de programar el ritmo de los envites. Los calendarios desafían una inteligencia básica sobre la importancia de la dosificación de los esfuerzos y la gestión de la fatiga.
(Con independencia de cómo concluya la eliminatoria, vaya por delante la felicitación a los bilbaínos. Mostraron un extraordinario coraje- también los sevillistas en la final de Tblisi- a la par que un estadio moderno y flamante que hace las delicias de la vista y entran ganas de visitarlo).