Me viene a la memoria aquella pregunta que reseño en mi libro «Herr Guardiola» que formulé a Pep en una rueda de prensa en Múnich:

-La cultura es más que una lengua. Y el Bayern es por encima de todo una gran familia. ¿Se siente parte de ella?

Formulada en alemán, Pep vaciló unos segundos antes de contestar una vaguedad sobre lo bien que se encontraba en Múnich. Mi sospecha era que tenía por delante un gran reto de gestión de las diferencias culturales. Es una de las ideas fuerza de mi libro «»Herr Guardiola».

Siguiendo con atención cuanto difunde la prensa alemana estos días, me percato de que Pep ha comenzado a caer en desgracia. Un inicio de hundimiento. Ya no puede vivir de su pasado y su presente no es lo suficientemente exitoso. El entorno bávaro empieza a no sentirse identificado por la hispanización del equipo y la falta de una comunicación de calidad con el entrenador, cuyo dominio del alemán (realmente prometedor en los inicios) roza la vulgaridad en el momento presente. Pep no se ha puesto debidamente las pilas en este campo y ahora lo paga.

Por otro lado, su enigmático silencio sobre si renovará o no resulta inaceptable en una sociedad ultraprevisora donde se abomina de la incerteza y la improvisación. Lo que a Pep se le permitió en el Barcelona, no se le permitirá en Baviera. Allí no están para historias. Mandan los resultados y éstos no alcanzan hasta la fecha las expectativas creadas.

Por otro lado, algunas respuestas de Pep en ruedas de prensa recientes no corresponden a un profesional bregado y resiliente. Parece tocado. Cansado. Ido. Renuente. No encarna la energía de un proyecto ilusionante.

Para colmo, la marcha del jugador Schweinsteiger es todo un varapalo para la afición. Con él ha marchado un signo de identidad. Una identidad que desaparece mientras la nueva todavía no se ha forjado. Y el tiempo pasa y Pep afronta ya su tercera temporada.

La concatenación de circunstancias mencionada auguran una difícil temporada para un entrenador que llegó con aureola de «superhombre» y ahora aparece ante los suyos como mortal y falible. Y -no lo olvidemos- un no alemán que reemplazó a un alemán.