Es lo primero que miro cada mañana al despertarme: qué tal es la luz del nuevo día. Si radiante, mi jornada empieza ciertamente mejor. Si es una luz desangelada, todo se pone cuesta arriba.
Leí que la luz aporta una vitamina clave para los estados de ánimo felices. También que es práctica de escandinavos (muchos de ellos prodigan visitas a Canarias) darse baños de luz. Justo aquellas sociedades nórdicas son las que registran uno de los mayores índices de suicidios del mundo.
(Éste ha sido quizá el gran privilegio del sur: la luz generosa y a raudales que infunde un optimismo a prueba de bomba).