La gente es el mayor espectáculo del mundo. Lo he comprobado hoy una vez más en la llegada de los corredores de la Cursa de la Mercè de Barcelona en la plaza España. Qué variopinta manera de arribar a la meta.

Unos llegaban sin disimular que estaban exhaustos. Otros, todo lo contrario, incluso marcándose un artificioso sprint final de 50 metros. Algunas parejas entraban cogidas de la mano o en celebración alborozada cámara digital en mano. No faltaban ancianos voluntariosos, mozalbetes ligeros, cuarentones temerarios o aparentes amas de casa enfundadas en su mallot deportivo cumpliendo con el trayecto de 10 kilómetros…(amén de papás con sus retoños en el cochecito o corredores luciendo alguna extravagante prenda).

Lo dicho: la gente, el mayor espectáculo del mundo. Y lo más bello: ver esos rostros sudorosos, incluso desencajados, pero felices por el sentimiento de logro: llegar a la meta, como aquellos héroes de «Carros de fuego», la monumental película sobre el mundo del atletismo.

(Feliz complemento a la jornada: un excelente café macchiato -1’60 euros en terraza- en la heladería-cafetería «Bonastre» de Avenida Mistral/Calabria y la caudalosa lluvia durante la tarde barcelonesa. En la memoria el 6 a 0 de ayer del Barça al Granada. Un fin de semana completo, preludio de mi santo, mañana).