Los autobuses propician los encuentros más inesperados. Anteayer me encontré con Teo en la parada del autobús 59 en la parada Ramblas/Plaza de Cataluña…
Teo fue uno de los cuidadores peruanos de mi padre hasta su fallecimiento hace casi tres años. Bajito, fuerte, discreto, sonriente. Qué gran persona.
Compartimos trayecto en el 59. Cuando mi padre expiró yo estaba embarcando en un vuelo Barcelona-Palma. Una llamada in extremis de mi hermana entrando yo ya en la cabina me hizo abandonar la nave. Lo expliqué en su momento en mi propio blog.
No pude por menos de preguntarle a Teo cómo fueron los últimos momentos de mi padre. Con gran y serena precisión Teo me contó:
-Estaba junto a mí y noté que se iba. Grité para que me oyera tu hermana, en el otro extremo del piso: «¡Se nos va, se nos va!». Llegó y le abrazó. Y tu padre se nos fue».
Imagino que este tipo de conversaciones no son las más adecuadas, de pie, en el extremo de un autobús, cuando principia la noche. Pero absorbí las palabras de Teo porque ese mensaje era en aquel momento para mí lo más importante del mundo.
(Teo busca trabajo. Tengo que ayudarle).