Me miro con un ápice de desdén a quienes me anuncian inminentes viajes a playas exóticas y lejanas como Punta Cana, Playa del Carmen o la propia Jamaica. Ciertamente todas ellas son destinos de sol y playa de alto nivel. Pero el «paraíso» está mucho más cercano. Lo tenemos justo aquí en el Mediterráneo: la isla de Formentera. Para mí tiene las mejores playas del mundo.

Entiendo perfectamente que todos tengamos la tentación de recorrer mundo, acumular millas y hacer esfuerzos ímprobos por ver lo que pocos han visto. A mí me cupo el privilegio de trabajar doce años como profesional de la hostelería internacional en la cadena RIU y eso me permitió visitar nuestros hoteles (lema de la empresa) «situados en las playas más bellas del mundo». Fue en ese tiempo que conocí Riu La Mola en Formentera. E impresionantes parajes en Cabo Verde. Y el exotismo del litoral y del interior de la península mexicana de Yucatán. Y la incríble playa y chiringuitos de Isla Canela junto a Ayamonte, en Huelva, donde incluso tuve segunda residencia.

Pero qué quieren que les diga. Yo me quedo con Formentera.

(Hoy mismo he pasado una mañana muy agradable en la playa barcelonesa de Gavà, contigua a Castelldefels. Desde Barcelona se puede acceder a ella en autobús. Quizá eso reste glamour a los amantes de la parafernalia a la hora de viajar, pero yo he pasado un tiempo delicioso sorteando las olas, conversando con el socorrista de la playa y observando los despegues de los aviones desde el contiguo aeropuerto de El Prat, cosa que también gustaba de hacer en mis veranos en la mallorquina Playa de Palma).