Prolifera por las calles de Barcelona un nuevo tipo de voyeurismo fruto de la crisis. Se trata de ciudadanos que impulsivamente abren las tapas de los contenedores de basura, escrudiñan brevemente y se van. No se les ve a ciencia cierta determinados a explorar a fondo a la búsqueda de botín. Se diría en algunos casos que es una pura excitación pasajera, un a ver qué hay, a caballo entre la necesidad y la distracción. Quizá en rápida huida impelidos por la vergüenza a ser vistos por conocidos o bien por puro escepticismo ante la gran improbabilidad de encontrar algo atractivo.