Voy a Madrid y vuelvo al día siguiente en AVE. Es mi ritual anual: imparto planificación de la comunicación en Instituto de Empresa, como en «La Úrsula» en la calle de López de Hoyos y me alojo en el recogido hotel «Emperatriz». Y así llevo una década, pasajes fugaces por el Paseo de la Castellana incluidos. Unos 200 alumnos de Instituto de Empresa han pasado ya por mis clases.
El AVE parte de la estación de Atocha puntualísimo, esta mañana de sol radiante en los Madriles. Es el mejor recuerdo que me deja la pasada década española de desarrollismo: un medio de transporte eficaz que te hace la vida cómoda.
(Por pantalla veo el final de una película fascinante: «La populaire»: cómo una joven francesa se proclama la mecanógrafa más veloz del mundo. Qué gran final…)