Me confiesa un ex alumno, sacerdote para más señas, que a pesar de ser del Real Madrid quedó muy impresionado por los «momentos mágicos» que describe Pep Guardiola en su primoroso discurso al Parlamento de Cataluña de septiembre de 2011.
Se anima incluso a revelarme un sentido «momento mágico» sacerdotal…
La persona en cuestión acude al tanatorio. Nadie vela al difunto. Ni un solo familiar o allegado se presenta. El féretro es del material más económico que podamos imaginar.
Pero allí el sacerdote hace de su alma un sayo y le da a ese difunto lo que nadie había acudido darle: su atención. Su respeto. Su misericordia. El reconocimiento de su dignidad como ser humano.
Es el momento mágico en que el profesional de los auxilios espirituales encuentra el máximo sentido a su vocación y dota a aquel solitario cadáver de lo que más carece: compañía en el traspaso. Un adiós cálido y digno.