Observo en la masa seguidora del Real Madrid un alarmante proceso de degradación moral: el todo vale es la bandera. Es una especie de desesperación colectiva que va en contra de valores de otros tiempos, entre ellos el señorío.
Por contra, me llama la atención gratamente la reacción valiente del presidente honorario del club, Alfredo Di Stefano, revelando una verdad incómoda: que no le gusta el estilo de juego de su propio equipo.
Si los resultados no acompañan al equipo blanco, asistiremos a un espectacular proceso de catarsis: muchos que ahora callan, dirán lo que no se atrevían a decir: que el de Mourihno es un mal estilo que empequeñece a un club de trayectoria grande.