Anoche le vi. En la TV de Barcelona. Con esa mirada huidiza que tienen los radiofonistas de pura cepa. El legendario locutor José María Pallardó, el heroico presentador de «El clan de la una», resurgía en un programa sobre la vida del también presentador Angel Casas.

Le recuerdo vivamente, hace casi cuarenta años, en sus comienzos en Radio Juventud de Barcelona. Con su voz inconfundible. Su entonación emblemática. Su aspecto entonces delgado y mirada esquiva. Sus comentarios vitriólicos, especialmente contra la mala música y aquellos discos que él tildaba de «naftalinas musicales».

Le recuerdo también peloteando al fútbol sala en la Salle Bonanova, junto a Juan Comellas, Agustín Rodríguez, Surroca hijo y otros prebostes de Radio Juventud.

Le recuerdo muy suyo, al filo de la antipatía, malhumorado con la vida. Su trayectoria profesional fue un tanto errática cuando no semianónima. El ídolo de «El clan de la una» y también de «Al mil por mil» fue difuminándose, apareciendo intempestivamente en Radio 5 Todo Noticias, perpetrando retransmisiones deportivas inverosímiles y vete a saber dónde más.

José María Pallardó fue un referente para millares y millares de jóvenes. Yo le recuerdo con cariño, pese a su estilo desgarbado y sus agudos dardos verbales. Su secretismo, su flojera intermitente.

Cuando irrumpió la televisión, muchos radiofonistas cambiaron de medio. Él permaneció en la radio. Nunca fue telegénico. Le recuerdo como un individuo extraño, con mucha vida propia. Y posiblemente muchos secretos a buen recaudo.

Fue un crack de la radio y vive ahora inmerso en el más miserable de los olvidos. O al menos a mí así me lo parece.