En USA dan receta para ser un buen pobre

(Eduardo Gozález Viaña, desde Oregón.EEUU).-Las ardillas del Central Park ya huelen el peligro. En cualquier momento, los pobres de Nueva York comenzarán a perseguirlas y a prepararlas a la brasa.

No sería raro que eso ocurra. Con la recesión a las puertas, las heridas lacerantes de la crisis hipotecaria, los embargos de miles de viviendas, los despidos repentinos, el alza del precio de los alimentos y el incremento cotidiano de los precios del combustible, en Estados Unidos ya se sabe cómo es la cara de la miseria.

Según el Buró del Censo norteamericano, el año pasado el número de pobres se acercaba a los cuarenta millones de personas. Muchas de ellas supervivían hacinadas en los violentos ghettos y en las zonas más infames de las grandes ciudades. ¿Cuántas serán ahora? ¿Y cuántas más la próxima semana?

En esas circunstancias, los periódicos publican una serie de “tips” para mitigar la crisis. Entre ellos se incluyen limitar los viajes al supermercado, comprar alimentos con cupones de descuento, comer en casa, cortar el césped sin recurrir al jardinero, evitar la visita al manicurista, usar el trasporte público o compartir el auto (carpool), telefonear con tarjetas de prepago o a través del Internet y desconectar la electricidad (menos la del refrigerador) al salir de casa.

Después de la felicidad, viene la pena

He pasado aquí toda la década de los Noventa. Nunca antes de ese tiempo, había vivido yo en una nación donde jamás se hablara de crisis económica ni donde se experimentara una sensación de prosperidad ininterrumpida. Sin embargo, esos mismos incrementos de la productividad se prestaron para hacer que volara la burbuja de la especulación y del fraude empresarial… El resultado lo vemos ahora.

¿Por qué razón la más poderosa economía del planeta es tan vulnerable? ¿Qué la hace tan susceptible a caer en la depresión incluso luego de una bonanza formidable?

¿Se trata de un gigante con pies de barro? No exactamente. Más bien se trata de un gigante con los pies metidos en el barro de una desigualdad formidable. En ese pantano se genera una polaridad entre sectores económicos que acumulan una inmensa riqueza y renta y otros sectores que no se benefician de los frutos del crecimiento.

En compensación, existen los servicios públicos y la seguridad social. Sin embargo, durante las eras de los gobiernos conservadores. , los servicios públicos se deterioran mientras el gobierno desmantela los mecanismos capaces de generar una mayor equidad en la distribución de renta y en los derechos y oportunidades. Recuérdese que George W. Bush comenzó su primer mandato con la decisión ominosa de sepultar la Seguridad Social.

La tarea de la actual administración ha seguido justamente esas premisas que comienzan por la aplicación de medidas cada vez más liberales y terminan en una veneración del mercado como la más fundamentalista de las religiones.

A los ricos se les ha eximido de impuestos porque supuestamente generan empleo. Además se ha puesto a su servicio toda la política económica.

Al resto, se le empujó a un consumismo maniático. “¡Gasta ahora… y paga toda tu vida!:” parece ser el lema de las empresas y los bancos. Millones de norteamericanos se han endeudado por encima de su capacidad de pago al adquirir de esa forma los electrodomésticos, el carro nuevo inmenso, el viaje a Hawai. El ciudadano promedio cree además que no debe terminar de pagar su hipoteca para no deber impuestos, pero se olvida de los intereses y de la esclavitud a la que está sometido.

¡Es la economía, idiota!

Pero, ¿comprende el ciudadano promedio lo que está pasando?… Las preguntas que la gente hace a los diarios demuestran que no es así. Muchas cartas al editor quieren saber por cuánto tiempo tendrán que adoptar esas medidas como lo hicimos los miopes cuando, adolescentes aún, le preguntamos al oculista después de cuántas semanas podríamos quitarnos los anteojos.

En estas elecciones como en las anteriores, el punto central de la discusión no está centrado en la economía. Para los conservadores republicanos, los grandes males de Estados Unidos son el aborto, la exploración genética y los matrimonios gay. La guerra y la miseria no tienen sitio en esta agenda.

Por su parte, los liberales más radicales continúan predicando las políticas de identidad como las únicas formas de entender y de solucionar el problema social. . Según ellos, el centro de discusión está en el género y la etnia. Para la señora Clinton, por ejemplo, su partido debería ganar porque los precandidatos eran una mujer y un hombre de color. Se olvidaba que Condolezza Rice y el general Powell juegan en la cancha contraria. A estas alturas del partido, sinceramente creo que el género y la etnia son tan irrelevantes como los signos del Zodíaco. Las políticas de identidad fueron diseñadas para alejar al marxismo de los claustros universitarios, y han hecho mucha fortuna allí, pero han hecho olvidar que el centro del problema se halla en la propia esencia del capitalismo.

Jimmy Carter dijo una vez a los ciudadanos de este país que se debía apagar la calefacción y cortar en cuatro la tarjeta de crédito. Por eso no lo volvieron a elegir. La sobriedad es, para muchos, antiamericana. Además, sobre la desdicha de los deudores se edifica el poder de la banca… pero también la recesión. Hoy por hoy en los Estados Unidos hay que aprender a ser un buen pobre.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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