La televisión, no te quedes mirando

La televisión, no te quedes mirando

El psicólogo Ricardo Mercado Dávila publica un interesante artículo en el diario mexicano El Siglo sobre a presencia de la televisión en nuestras vidas. «Aunque muchos de nosotros hemos vivido una infancia sin televisión, desde hace algunas décadas resulta imposible a los niños y adolescentes imaginarse la realidad prescindiendo de la caja mágica, de la caja tonta o de la caja de los sueños.»

La televisión influye decisivamente en la vida cotidiana. Es el principal instrumento de ocio y nuestros propios hábitos, comidas, descanso, etc., cada vez dependen más de los distintos programas de la pequeña pantalla, hoy no tan pequeñas.

Existen detractores radicales de la televisión quienes denominar “apocalípticos”, que sólo ven en ella aspectos negativos (violencia, alienación, pasividad, etc.) en tanto que para otros, a quienes denominan “integrados”, la televisión constituye una oportunidad para la democratización del saber y la potenciación del aprendizaje favoreciendo la cultura de las opciones múltiples.

Tal vez ambas posturas sean excesivas y unidimensionales.

Sin embargo, la televisión está ahí con todo su potencial destructivo pero igualmente con sus posibilidades educativas y su capacidad de entretenimiento.

Cada día los periódicos incluyen un mayor número de páginas destinadas a comentar las noticias, los programas y espectáculos de la televisión. Los programas televisivos son a diario motivo de debate y polémica en los centros escolares, en las oficinas o en la barra de un bar. En definitiva, la televisión se ha convertido en un elemento imprescindible que, en no poca medida rige nuestras vidas.

Desde un punto de vista la pregunta a la que es necesario responder es la siguiente ¿qué hacer como padres, madres y maestros?

Convendría partir de una aparente paradoja. Todo el mundo ve la televisión varias horas al día, sin embargo para quedar bien en conversaciones, fiestas y hasta polémicas en diversos medios, está de moda adoptar la actitud apocalíptica y poner de manifiesto su influencia negativa, tanto debido a su carácter burdo como a su capacidad para inducir a la violencia, poner en tela de juicio una serie de valores o incitar compulsivamente al consumismo. No obstante lo cual, quienes esto afirman vuelven a colocarse impertérrimos ante la pequeña pantalla cerrando la tautología o círculo vicioso.

Quisiera ser precavido. La televisión no tiene una finalidad moral sino instrumental y que sus efectos positivos o negativos dependerán del uso que se sepa hacer de ella, pues, con independencia de ese uso, ni condena a nadie a los infiernos ni abre las puertas de ningún paraíso.

La televisión, en primer lugar informa y hoy día los ciudadanos conocen lo que pasa en el mundo mucho más a través de los noticiarios que en ningún otro medio. En segundo lugar la televisión entretiene y gracias a ella podemos disfrutar de lo que nos gusta: cine, deporte, música, debates, etc. En tercer lugar la televisión educa. No nos referimos sólo a los programas calificados como “educativos”, algunos de los cuales tienen un interés muy escaso, sino a la capacidad y posibilidad de ayudar a comprender el mundo en que vivimos, pues la televisión tiene un indudable papel socializador y la socialización no es otra cosa que la preparación para vivir en un ámbito social que en la actualidad tiene un perfil universal y global.

En cuarto lugar la televisión permite estimular el sentido crítico. Existen múltiples formas de ver la televisión. Algunas consisten exclusivamente en recepcionar de forma pasiva los contenidos y mensajes de los diferentes programas pero afortunadamente también es cierto que la televisión ayuda a pensar, favorece la creatividad e incluso tiene potencialmente una enorme capacidad para propiciar la participación a través de mecanismos interactivos que pertenecen más al futuro inmediato que al presente.

Es necesario aprender a mirar la televisión de otra forma, generando propuestas alternativas a la recepción pasiva y acrítica. De esta idea se deduce una mayor vinculación entre televisión y educación.

Del trinomio ver, mirar y comprender vamos a conjugarlo de tal forma que apostemos por alcanzar el tercero de los elementos.

Entendamos y comprendamos que mucho de la educación de ver la televisión es una herencia que los padres legamos a nuestros hijos, para cuántos padres la televisión resulta una niñera y provocamos una tremenda adicción que fomenta la pasividad, no sólo mental, sino también física que redunda en uno de los problemas de salud pública en México, la obesidad.

¿Qué debemos hacer? ¿Dejar de ver televisión? Para nada, la televisión es un elemento de nuestra vida actual, regular los programas que se desean ver y combinarlo con la práctica de algún deporte o actividad física que fomente el ejercicio y la convivencia.

(Vía: El Siglo de Torreón)

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