Niños youtubers, un fenómeno que puede rozar la explotación laboral infantil: Mi vida por un «like» 2/4

El éxito de algunos niños en la plataforma de vídeos, como el estadounidense Ryan ToysReview -que ingresa casi 20 millones de euros al año- , desata una ola de menores ante la cámara.Y es importante saber que el tiempo que deben dedicar a los vídeos y la fama, en el caso de lograrla, estos niños youtubers, tiene un impacto muy negativo en su desarrollo emocional. Pero cuando el sustento de una familia recae en el dinero que generan las visualizaciones de los vídeos y la publicidad de marcas, la afición se convierte en un trabajo en toda regla. Ante ello, la Organización Internacional del Trabajo define el trabajo infantil como todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico o que interfiera con su escolarización.

Pues bien, el libro Mi vida por un «like», de David Ruipérez, del que hablamos el otro día y volveremos a hacerlo un par de veces más sobre aspectos parciales del mismo, analiza el fenómeno de los niños “influencers” y el abuso de las redes sociales en los niños pequeños con aplicaciones que causan furor como Musica.ly.

Juguetes gratis, patrocinios de marcas y millones de seguidores. El fenómeno de los niños youtubers puede ser un lucrativo negocio familiar como comentábamos antes que se observa en niños como el estadounidense Ryan ToyReview, que facturó este año cerca de 20 millones de euros sólo por comentar y jugar con juegos y juguetes. En España también hay menores de 10 años –y familias enteras- con millones de seguidores que arrasan también con otras actividades complementarias, como la publicación de libros de sus aventuras siguiendo el ejemplo de youtubers adultos como el Rubius o Vegetta. Psicólogos, pedagogos y abogados analizan en el libro Mi vida por un «like», del periodista David Ruipérez, la cara B de este fenómeno que atrapa a millones de niños que disfrutan con los vídeos.

Lo que empieza como un juego para el niño puede suponer un estrés añadido y una presión insostenible cuando se “profesionaliza” esta actividad. Los padres y otros familiares, así como agencias especializadas, están detrás del canal, de la edición de los vídeos y de la difusión en las redes sociales. Aseguran que se trata sólo de un pasatiempo y que el niño o niña disfruta con lo que hace, pero la realidad es que se requiere mucho tiempo y esfuerzo para grabar vídeos de calidad, además de las cuestiones éticas y jurídicas sobre la explotación de la propia imagen del menor.

“Hay numerosos ejemplos de niños prodigio del cine, la televisión o la música que acaban renegando de ese pasado de éxito que les privó de vivir una infancia normal, o acaban como juguetes, sumidos en un fracaso laboral o presos de las adicciones. Los niños con millones de seguidores en las redes sociales puede que no sepan digerir la fama más adelante. Es un fenómeno sin precedentes el altavoz que permiten YouTube o Instagram”, asegura David Ruipérez.

“Respecto a los padres, sin ánimo de generalizar, creo que hay mucha hipocresía –añade- cuando dicen que no interfiere con los deberes y que lo puede dejar cuando quiera. Cuando están generando ingresos astronómicos o la economía familiar depende del éxito del menor no creo que vayan a parar porque al chico o la chica ya no le apetece grabar vídeos o tiene un examen al día siguiente. No querría que mis hijos tomaran este camino, y menos a edades tan tempranas. Yo no les voy a crear un canal en YouTube. Si quieren grabar vídeos mostrando sus muchas o pocas habilidades lo hacemos para que los vea la familia, si acaso en un grupo privado de WhatsApp”.

Mi vida por un «like» va más allá de los niños pequeños y analiza cómo en nuestros días el más popular de la clase, el triunfador en la vida, es aquel o aquella que más éxito alcanza con sus publicaciones en Instagram o más personas siguen su canal de YouTube. Pero, ¿saben los padres y los profesores qué publican los menores en las redes sociales? ¿El placer que experimentan ante un «like»? ¿Cuántas horas se pasan viendo a un “gametuber” o a una influencer? ¿Es la provocación su principal arma para ganar seguidores? ¿Se desnudarían para aumentar el número de seguidores? ¿Sabías que el “sharenting” es la sobreexposición de los niños en la red? ¿Los padres de niños youtubers explotan a sus hijos? ¿Qué pasaría si un youtuber de éxito incitara a sus millones de seguidores a seguir determinadas ideas políticas? ¿Se pueden canalizar sus habilidades digitales para que se ganen la vida con ello?

Según algunos estudios, más del 70 por ciento de los niños y niñas de entre 6 y 11 años tiene un perfil en alguna red social. En las páginas de Mi vida por un “like” se desgrana cómo nos ha cambiado un mundo digital en una época en la que los padres se preocupan cada vez más del uso que hacen sus hijos de los móviles y las redes sociales. Ignorar que forma parte de la vida de nuestros hijos sería poner una venda en los ojos a la realidad. Las redes sociales son una potente herramienta de comunicación que hay que saber controlar con el fin de enseñar a niños y jóvenes a usarlas de forma adecuada. Entender el fenómeno cuanto antes es la clave para guiar a nuestros hijos en su vida digital.

David Ruipérez (Madrid, 1979) es un periodista con dilatada trayectoria en la información de salud, ciencia y tecnología. Actualmente es coordinador de contenidos en el Departamento de Comunicación del Consejo General de Enfermería de España y durante muchos años fue jefe de sección en el diario La Razón, donde estuvo al frente del prestigioso y veterano semanario dominical A tu salud. Es colaborador en distintos medios y autor de libros divulgativos como Mi mente es mi enemigo y El carnívoro feliz.

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Juan Luis Recio

Blogger gastronómico y de tendencias, crítico de vinos (XL Semanal), letrista, sociólogo, mensista, poeta

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