El Buen Alfarero: artesanía y vanguardia en la creación más pura de Pradorey

Por primera vez en Ribera de Duero una bodega vuelve a elaborar un vino como antaño, en vasijas de barro que Pradorey ha recuperado de antiguas bodegas abandonadas. Y así se consigue un interesante producto que combina tradición con arraigo, artesanía y pureza que quedan plasmadas desde la recolección hasta la crianza de este vino de edición limitada, embotellado y etiquetado a mano.

Y es que Bodegas y Viñedos Pradorey se caracteriza por sentir un fuerte arraigo a su tierra, a la historia de la Ribera del Duero y, concretamente, a la historia de la elaboración de vinos, tratando siempre de respetar la tradición y yendo un paso más allá en la forma de elaborar. El Buen Alfarero es exactamente esto, la conjunción perfecta de tradición y vanguardia hecha vino. Y es que para su elaboración, 100% artesanal, se han utilizado métodos tradicionales, sin ningún componente químico ni mecánico, y se ha recuperado la crianza en vasijas de barro, que no se ha empleado en bodegas desde tiempos inmemoriales. El resultado es un vino hecho como antaño, fiel a los procesos de elaboración más primitivos y que refleja la pureza de la tierra y los viñedos de la Ribera de Duero. En definitiva, El Buen Alfarero es un vino único y exclusivo en la zona ya que Pradorey ha sido la primera bodega que se ha atrevido a hacer algo parecido en los últimos tiempos.

El nombre ya indica que la artesanía es el valor indiscutible de este vino, además de su calidad. El alfarero, esa figura que con sus manos crea y dota de forma y vida a un pedazo de barro, convirtiendo la materia tosca en un objeto delicado impregnado de su saber y de su mimo, una pieza única de valor singular. De la misma manera se elabora este vino: se seleccionan las uvas de forma manual -un 95% tempranillo y un 5% albillo- del Pago Hoyo Dornajo. A continuación se procede al pisado de la uva de la manera tradicional y sin despalillar. Este vino realiza una fermentación espontánea en tinaja de barro, con levaduras autóctonas y bazuqueos manuales. Por último, pasa siete meses de crianza también en tinajas de barro de más de cien años de antigüedad que el enólogo de Pradorey, Francisco Martín San Juan, ha recuperado de bodegas abandonadas y soterradas. Finalmente, El Buen Alfarero se embotella y se etiqueta a mano. Tan solo 1.614 botellas, piezas imperfectas, como dicta la artesanía, y ninguna igual a la anterior, que se presentan envueltas en un estuche de madera individual y numerado a mano, con un precio de venta de 120 €.

La singularidad de su crianza se hace notar en la mesa. De color violeta en copa, con profundos matices azulones. En nariz se presenta intenso, con aromas a fruta, predominando los frutos rojos. Con carácter. Y ya en boca despliega sus encantos con elegancia, combinando la frescura de la fruta negra y la roja y ciertos toques minerales y arcillosos aportados por su crianza en las tinajas y por las tierras de arcillas calcáreas del Pago Hoyo Dornajo. Un vino sorprendente, sofisticado, con cuerpo, con carácter y a la vez fresco y aterciopelado.

El Buen Alfarero es radicalmente diferente a cualquier vino conocido. Es puro, es único. Y es que pocas veces se ha visto una conjunción tan armoniosa de tradición y vanguardia, de los procesos artesanos más antiguos con la novedad que supone para el mundo vinícola volver a utilizar las manos y los elementos naturales en la producción. Una creación muy personal en la que Pradorey ha puesto el alma de la bodega buscando la pureza, la singularidad y la sorpresa de esa vuelta a los orígenes.

Bodegas Pradorey es la finca histórica más importante de la Ribera del Duero. Los terrenos en los que se asienta pertenecieron originalmente a Isabel la Católica, quien les dio el nombre de Real Sitio de Ventosilla. Pasaron después a Felipe III, quien disfrutó de la caza en El Prado del Rey, y a Alfonso XIII, quien la declaró como explotación agrícola modelo. En este transcurso sedujo igualmente a artistas de la talla de Rubens y Lope de Vega. Pero fue en 1989 cuando Javier Cremades de Adaro compró la finca viendo su potencial vitivinícola y comenzó a elaborar vinos de calidad en la parte oriental de la Ribera del Duero. La finca cuenta con 3.000 hectáreas, 520 de ellas son viñedos divididos en 141 parcelas bien diferenciadas y repartidas en ocho pagos, algunos de ellos con certificado ecológico. Aunque la tradición arraigó en esa tierra, desde su origen Pradorey busca la excelencia de sus vinos y en ello han jugado un papel fundamental la innovación tecnológica y la osadía de sus dueños, que fueron los primeros en elaborar un vino de categoría Roble, en hacer un rosado pálido en la Ribera del Duero (Lía de Pradorey), en dejar incolora la uva tinta tempranillo (El Cuentista) o en utilizar el sistema boreal en Rueda.

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Autor

Juan Luis Recio

Blogger gastronómico y de tendencias, crítico de vinos (XL Semanal), letrista, sociólogo, mensista, poeta

Juan Luis Recio

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