Arcanos, de Pepe Hernández

Toda una historia iniciada con una inocente pregunta… ¿Existe realmente el Hotel Al-Hambra?, pregunté a Pepe con auténtica curiosidad. Y casi sin darle tiempo a contestar también le pregunté su relación con la masonería, si alguna había, ya que la serie que a ese título responde, como pueden ver en la obra de la izquierda, tiene claras referencias a la misma: el ajedrezado suelo que los masones suelen denominar como «pavimento mosaico», esa máscara que recuerda a la calavera que cuentan se encuentra en el gabinete de reflexión, ese teclado desvencijado que emula al masónico símbolo de la escuadra…

Pues sí, pese a que Sharon me había comentado previamente que era simplemente un nombre venido de referencias antiguas, quién sabe si arcanas, pero sin una presencia física constatable, resulta que al menos sí hay una historia: un bisabuelo de Pepe regentó un hotel en su Tánger natal, que así se llamaba, y el niño que entonces era el artista se quedó fascinado con ese entorno, simbólico y misterioso, un arcano, donde su memoria visual recuerda ese suelo ajedrezado típico de los templos masónicos, y ese piano desvencijado convertido en escuadra… Todo un mundo esotérico y a la vista en lo que luego descubrió que había sido toda una prestigiosa… ¡casa de lenocinio! Y cuentan por aquellas tierras que un día fueron españolas que ese antepasado tuvo amóríos con una de las que allí ejercían el viejo oficio… Y podría seguir, porque hay historia para rato pero debemos repasar aquí el resto de la exposición, ¿verdad?

Pepe Hernández me dirige hacia la entrada, y según uno empieza la exposición, en la primera sala a nuestra izquierda, se puede ver «Materia reservada», donde se exhibe una serie de paneles que recuerdan claramente a una posible escenografía, ya que no en vano el autor ha realizado muchas y tan buenas como interesantes labores en el ámbito dramático. Las imágenes intuidas entre los paneles dibujados inquietan, sorprenden, ayudan a descubrir, como ya le han manifestado al autor muchos visitantes. «Es lo último que he hecho», me confiesa, «a ver qué sale a partir de aquí…». Porque su idea es crear una serie completa sobre esta nueva perspectiva con el que va construyendo su obra, contundente, personal, imaginativa y abierta a mil interpretaciones.

Y si bien es continua, también evoluciona, va abriendo nuevos puntos de luz, dando paso a nuevas perspectivas, como es el caso de uno de sus rasgos característicos, el pintar tramos en negro en sus obras. Y también dibujar, que tiene más mérito y exige perseverancia, masónica virtud, por cierto, tanta que otros dibujantes le inquieren qué técnica usa para lograr tan perfectos acabados: perseverar, dibujar en negro tres veces, en vez de una, superponer capas, sin más, parece ser el secreto.

Pero ¿y si hablamos del resultado? Ese negro absoluto, uno de sus sellos característicos y que invita a aflorar la imaginación, a desvelar lo que apenas se atisba, lo que se esconde, lo que sobreviene, lo que uno intuye que quiere permanecer oculto o que haya que esfrozarse en desvelarlo, lo arcano, y lo que no… ¿Es necesario desvelar lo que se oculta? ¿Es evidente o tapa lo diferente, lo extraño, lo inaccesible? Mil preguntas caben ante el negro total, la ausencia de color, la pantalla tras la que se encuentran, quizás, los más recónditos misterios.

Hay mucho más claro, seres humanos que no lo son (atisbos de Francis Bacon o de Lucien Freud), productos oníricos, visiones introspectivas, inquietas sensaciones, sueños y, a ratos, pesadillas… Con títulos como «Máscaras», «Golen«, «El arquetipo», «Teluria», «Luz de foresta». O «Naturaleza cautiva», con una naturaleza enmarcada en un mundo urbano, el edificio, lo construido (y no precisamente el Templo de Salomón), primando sobre lo natural. Paseando entre las obras no dejan de aflorar ideas, nocturnidad, soledad, incertidumbre, imaginación…

Mesas herbáceas, pelados troncos que te podrían morder, tramos óseos y vegetales, como ancianísimos Pinochos, integración de la naturaleza, el desarrollo, el hombre, de nuevo la soledad… Un paseo apasionante por el mundo de un gran artista, Pepe Hernández, y sobre el de uno propio, algo que solo quienes han trabajado mucho y bien, logran conseguir: conmover, sí, pero abrir puertas al trabajo personal, al descubrimiento de nuevos símbolos, de nuevas interpretaciones… ¿No tiene también todo esto un poco de masónico?

¡Ah!, el cotilleo: resulta que Pepe, acaso por su estilo propio y su interés por lo arcano, tiene alguna que otra obra con referencias, más claras aún, a la masonería. En una de ellas, un grabado, salen símbolas como la plomada y otros, y en mi reciente visita a esta exposición me dijo que conservaba una prueba de artista del grabado que en su día se reprodujo y ¡que me la iba a buscar y dármela! Esperemos que la encuentre, porque no dudo de su palabra, pero dejo aquí constancia de la anécdota y si la encuentra dejaré aquí también noticia de su existencia, mostrándola aunque sea por este medio, a los posibles interesados…

Y si quiere saber cómo se hace un grabado, puede ver cómo lo hace Pepe Hernández en este vídeo.

Por cierto, la exposición dura hasta el 14 de enero. El horario es de lunes a viernes de 10 a 14 y de 17 a 20 horas. Sábados previa cita.

Arcanos, de Pepe Hernández

Galería Leandro Navarro

c/ Amor de Dios, 1
28014 Madrid
Teléfono: 91 429 89 55

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Autor

Juan Luis Recio

Blogger gastronómico y de tendencias, crítico de vinos (XL Semanal), letrista, sociólogo, mensista, poeta

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