El Acento

Antonio Florido

Diferencias entre neurociencias anglófonas y neurobiología iberoamericana, Viñeta 4: Diferencias acerca del concepto objetivo de psiquismo

Por Mario Crocco

Esta Viñeta sin modificaciones puede ser reproducida libremente. Para crítica o trabajos académicos, la obra puede solicitarse sin cargo a [email protected] Citación completa: Mario Crocco (2017), Diferencias entre neurociencias anglófonas y neurobiología iberoamericana: del desencuentro a la comprensión. FOLIA NEUROBIOLÓGICA ARGENTINA XIII, Serie Colección de Estudios Iberoamericanos del Nexo Psicofísico – Cuaderno III, Publicado con el patrocinio de la Fundación Ramón Carrillo (Buenos Aires – Santiago del Estero – Rosario – Bahía Blanca); Editoriales Unidas Análisis: Cuadernos de Divulgación – Vuelta a Casa, Rosario – La Plata.

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Psiquismos, finitudes existenciales, existencialidades, interioridades, alteridades personales, subjetividades finitas, semoviencias percipientes, yoes sujeto, sensosemoviencias, entes experienciantes, espíritus, simismos, almas, agencias aperceptivas, observadores, introyentes o –llamando al todo por la parte– «mentes», son las realidades que se transforman en el tiempo basadas en una selección de sus antecedentes antes bien que en todos ellos.

Se definen así objetivamente, es decir, sin limitarse a señalarle al interlocutor su propio psiquismo (“oiga, mire eso que sólo usted puede percibir”), lo cual es una restricción de referencialidad lingüística y no de materia científica. Los anglófonos suelen creer que aquella afecta a esta y que, por ende, menester es resignarse: que lo que no se puede conceptualizar es mejor limitarse a señalarlo (“eso”). Pero se trata de un juicio apresurado.

Tales realidades –las agencias aperceptivas– se definen objetivamente, por lo dicho, con ese transformarse en el tiempo solamente por una selección de sus respectivos antecedentes, selección que semovientemente ponen de antecedente para su conducta; y no necesariamente a partir de todos ellos — como en cambio están forzadas a transformarse en el tiempo todas las demás realidades físicas que cotidianamente hallamos. A saber: los sistemas en que (salvo ciertas indeterminaciones microfísicas transferidas desde la dinámica del vacío cuántico) todo es reacción.

Será pues apasionante, en contraste, estudiar ahora lo que le pasa a un ladrillo. Su ficticia tranquilidad es un fenómeno de escala. En la microfísica, los componentes atómicos y subatómicos del ladrillo se agitan de modo tan raudo cuán pasmoso, y los cambios acumulados terminan por afectar también la escala mayor –o sea, la apariencia del ladrillo– aunque no suelen mostrarse al ojo desnudo antes de siglos o milenios. Por eso abandonado años o decenios en un lugar protegido el ladrillo parece no modificarse, aunque la procesión va por dentro. Pero en todas las escalas espacialmente mayores a la dinámica del vacío cuántico (la cual en esas escalas mayores queda representada por sus regularidades estadísticas), en el seno del ladrillo todo es reacción: sólo reacciones impulsan allí a los procesos físicos; todo procede reactivamente. Las organizaciones sin psiquismo o apsíquicas, es decir inconativas e insensibles, tales como ladrillos y aljibes, se transforman según las desenvolturas y contenciones procesuales que constituyen todo su ser actual: o sea, según los movimientos con que cada porción de los campos físicos constitutivos –que existen en todo el espacio– y cada elemento desplazable o partícula –que existe sólo en un sitio e instante particulares– reacciona en cada presente al estado general de la cosa, y sus propias limitaciones. Y ello en cada presente físico (en cada “ahora”), desarrollando su historia. Es un principio fundamental de la mecánica.

Cada cuerpo extramental constituye pues un escenario de evolución, en cada presente incapaz de suprimir de su futuro ninguno de los efectos legados por los antecedentes, todos los cuales les fueron impuestos causalmente desde alguna realidad no idéntica a la propia y, al aniquilarse cada antecedente en la causación física de su efecto (similarmente a lo que por lo común ocurre con la conformación inicial en los procesos que consideramos computaciones, en los que es corriente que la información de entrada se aniquile en sus resultados), fueron dejando de a uno los sucesivos estados por los que pasó el ladrillo –o el aljibe– durante su historia.

Así, con la transformación de cada próximo instante históricamente atosigada de vicisitudes de ayer (las que traen su original eficacia causal aniquilada, pero están vigentes al plasmar cada presente) y ayuna de plasticidad para podar esas vicisitudes (lo cual le resultaría superluo debido a aquella aniquilación) sus sucesivos presentes se van confundiendo, cada uno, con su respectiva historia. Su realidad se transforma desde cada uno de sus componentes. No podría hacerlo desde solamente algunos de ellos; por ejemplo, privilegiando la persistencia de las partes azafranadas y sobreponiéndola a las de color cera (ciruelas) o más oscuras, de un ladrillo mal cocido que padeciera el funesto hábito de pensar (1) y ansiara ser rubio.

No; ante todo, no podría pensar; y por eso tampoco podría alterar su modo de transformarse con el curso del tiempo, causado desde todos y cada uno de sus componentes microfísicos (esto es: desde la oscilante permanencia de átomos y sus componentes, como expresión del estado local de los campos de materia; desde los campos de fuerza y su producción de portadores de acción; y desde la recíproca substitución de partículas emergentes del vacío. Y en hablando de estas, más bien de ahora en más las llamaremos a todas ondas-partículas porque, en las escalas espaciales más diminutas, todos los elementos desplazables obran, según el contexto, tanto como onda cuanto como partícula. O, expresado con laxitud: cada una es emitida y absorbida como partícula pero se propaga como onda, con su energía igualmente discreta o cuantizada en la dos formas).

Ese modo de transformación le ocurre hasta al entero conjunto de contenidos extramentales del subuniverso mismo –los atavíos del cosmos– cuando, por imposición extrageométrica, se lo describe tan sólo con aquellas ecuaciones de la relatividad general que satisfacen la condición llamada de hiperbolicidad global, la cual desecha las anomalías causales. (Esta historia, en el caso del universo observable o subuniverso, es la de la fragmentación sucesiva de una única fuerza que, a partir de una singularidad inespacial –y de los eventos causalmente conducentes a ese big-Bang (2) – se extendió abriendo una dispersividad para las fuerzas, que llamamos espacio extramental y cuyos rasgos los exhiben, por ejemplo, las “leyes” de las máquinas simples: poleas y palancas. En el caso de un ladrillo o de una locomotora, muy pronto la narraremos).

En cambio los observadores semovientes –las agencias apercipientes o simismos– en su conducta voluntaria, al pasar el tiempo se transforman según una selección actual de lo periclitado en su ya advenido devenir, ahora inexistente. Punto crucial, y definición objetiva de psyché.

Decía Sensing (1996), en su solapa posterior y en págs. 980-981: “Esta acción, que define la mente como realidad natural, consiste en seleccionar, de la disponibilidad así simultaneizada, algunos antecedentes para emprender la transformación temporal. Esto es diferente de la manera en que todas las otras entidades en la naturaleza, no empsiqueadas, emprenden su transformación temporal, ya que todas ellas usan la totalidad de sus antecedentes —no una selección—, porque esa totalidad equivale a su estado presente. Como tal selección afirmadora de antecedentes ha de ejercerse en el interior de una realidad presente, la selección es en sí misma no transformativa, igual en ello a la formación de las reacciones a cualquier acción mecánica; e implica la aprehensión, que la física clásica así encuentra en naturaleza.”

Este último, en negrita, es el concepto clave.

Por eso es que las computadoras no piensan ni podrían pensar, aunque lleven a cabo complejas operaciones que, si las realizara un psiquismo (por ejemplo, el de un ser humano o algún extraterrestre pícaro), serían descriptas como operaciones mentales. Ser mentales no lo adeudan a ser operaciones, sino a ser llevadas a cabo por una finitud existencial o psiquismo. Confusión similar lograba un amigo socarrón, auténtico belitre el perillán, que se ganaba la vida vendiendo una maravillosa píldora contra la sed que había inventado; realmente muy eficaz, a la cual –eso sí– debía tomársela con muchísima agua. La finitud existencial o psiquismo, que existe –como toda la naturaleza– de a un instante por vez, aprehende cognoscitivamente la representación xenocrónica de seriaciones y en ella selecciona el fundamento para transformarse. (Xenocronismo es el tiempo interno o vivido, tal como transcurre a los contenidos mentales. Consiste en imitar con cierto retardo fijo historias temporales, pero operando causalmente sobre segmentos molares de la interioridad que opera la mímesis y no sobre componentes microfísicos allí inexistentes, que en la extramentalidad imitada causan las transformaciones).

A su vez, las computadoras no piensan, ni por sí mismas jamás podrían pensar (ni menos soñar, como con tragicómica prosopopeya académica (3) se asevera), porque –tal como un ladrillo– determinan sus estados operativos desde la totalidad de sus antecedentes, no desde una selección. Y ello se aplica no sólo a las viejas computadoras a válvulas, y a las nuevas de transistores separados o bien dispuestos en microcircuitos, sino a la computación cuántica en ciernes. Esta, que procura acelerar sus operaciones con datos, empleando para ello recursos de la física cuántica –como la superposición y el entrelazamiento–, no infringe los límites de la computabilidad previstos por Church, Turing y Kleene. Sigue pues corporizada en máquinas de Turing, con la única novedad de que en vez de bits, necesariamente separados, emplean cúbits, superponibles y entrelazables. En la computación cuántica tampoco preexiste psiquismo, pues. Pero el riesgo de interpretación inexacta es mayor, porque no pocos físicos cuánticos incurren en la misma inexactitud ideológica (de fuente pitagórico-platonística) que pronto comentaremos en detalle y con la que vienen tropezando los neurocientíficos que asignan alguna función mnésico-biográfica a los engramas o rastros recordatorios.

Esa totalidad de sus antecedentes constituye a cada instante el estado presente de las máquinas de computar y, en consecuencia, para transformarse en el curso temporal –o sea, de instante en instante– sólo exige la nómica enactuación causal desde sus componentes microfísicos. Esta –por cuanto la dinámica del vacío cuántico, como dijimos, en las escalas espacialmente mayores queda representada por sus regularidades estadísticas– incluye su plasmación formadora o “información” y, por lo tanto, equivale formalmente a una máquina de Turing. Locomotoras, aljibes, ladrillos, computadoras clásicas suplementadas con coprocesadores cuánticos, estos mismos y, en general, todos los sistemas en que –salvo ciertas indeterminaciones microfísicas transferidas desde la dinámica del vacío cuántico– todo es reacción, son siempre y formalmente equivalentes a la operación básica de máquinas de Turing, modelo consistente en una generalización matemática del modo maquinal de transformarse. (Este en máquinas complejas puede crear la ilusión de ser más versátil que en el ladrillo debido a su programabilidad externa según las variables intenciones del operador empsiqueado, lo que empero no altera aquel modo maquinal de transformarse internamente). El estado presente de las máquinas de computar, para transformarse de instante en instante, no precisa de la aprehensión cognoscitiva de objetos internos molares que inhieran en una sensosemoviencia autocognoscente de la cual sean diferenciaciones internas o endocoagulaciones, definidas de modo operativo y retenidas de modo mnesobiográfico, sensosemoviencia que a su vez se transforme –de momento en momento; luego veremos la diferencia entre instante físico definido por la eficiencia causal nómica de la extramentalidad, y momento mental definido por las operaciones semovientes– de modo o bien fantasioso (figmentos de la fantasía) o bien xenocrónico (percepciones de la vigilia).

Ese concepto clave aprehende uno de los dos hechos que instauran el insondable abismo entre existencialidades y máquinas, sean estas clásicas o cuánticas. El otro hecho debería ir sin decirlo, porque sin duda todo lector humano lo tiene ante todo en cuenta, pero expongámoslo. Se trata de la cuestión existencial, ausente por fuera de las existencialidades. La autocognoscencia de las existencialidades finitas –esas umbrátiles realidades, fuentes y sumideros de causalidad eficiente, que eficazmente inauguran nuevas series causales en su entorno extramental, desencadenando o «gatillando» consecuencias diversas, y que también conocen, es decir capturan gnoseológicamente estados de su propia consistencia óntica y aprehenden las variaciones de tales estados, producidas por el agotamiento o exhaución de series causales eficientes en reacciones cognoscitivamente aprehendidas; cf. Palindrome, p. 326–, coincide con el ámbito de su semoviencia. “Sin intermediación semiótica, es decir antes de todo desarrollo intelectual (cerca de lo que sería el psiquismo fetal y neonatal), uno no conoce nada más que aquello sobre lo que puede operar semovientemente y tan solo puede operar semovientemente sobre aquello que conoce. Es que tanto esta aprehensión gnoseológica, asimiento cognoscitivo o captura cognoscente, cuanto esta semoviencia –que muy notablemente coinciden en su limitada esfera de acción directa– están a su vez causalmente encadenadas, respectivamente, a sentir y semovientemente controlar las transformaciones que sólo cierta porción de naturaleza extramental emprende en el tiempo. Tal parcela o porción se denomina la circunstancia inmediata de un psiquismo circunstanciado –la localización inmediata de las interacciones de este psiquismo– o, también, la localización de su presencia operativa” (cf. Palindrome pp. 321/322).

En otras palabras: por su circunstanciación, tanto autocognoscencia como semoviencia ponen a la existencialidad en contacto con el enigma de sí mismo: con el misterio de su yección circunstanciatoria a no otra ensomatización que esa. Enigma constitutivo, esencial, que la tecnociencia, aunque desdeñe su interpelación, no puede encaparazonar, amordazar, silenciar o escotomizar… enigma del que a su vez toda máquina carece.

Pero volvamos al primero de ambos hechos, al modo de transformación en el tiempo aprehendido por aquel concepto clave que proporciona la definición objetiva de observador, introyente o agencia aperceptiva. Por la misma razón, entre otras, tampoco un arco sensoriomotriz sin psiquismo podría hacer “emerger” pensamiento, ni las caracterizaciones entonativas con que un psiquismo reacciona. Las mayores complejificaciones de los arcos sensoriomotrices forman órganos neuronoemáticos (“encéfalos”) como el del amable lector, estabilizados por el psiquismo que en cada uno se ensomatiza — estabilización que sólo ocurre mientras la operación de la interfaz cuerpo-psiquismo lo conecta causalmente. Cuando el psiquismo del caso no puede ser implementado para la biofilaxia o protección del organismo, permaneciendo la persona por ejemplo en coma, el órgano cerebral es afectado por los límites Gardner-Ashby que luego comentaremos, de modo que debe mantenerse asistido, porque cualquier inestabilidad en su interior se propaga destruyéndolo. Similarmente las computadoras, clásicas o cuánticas, si alguna parte de su estado presente quedara fuera de operación o sea sin intervenir en la producción causal del próximo estado, podrían llegar a “colgarse”. (Luego, cuando nos detengamos a estudiar el tiempo y su procedencia, veremos por qué el futuro no existe, y que pese a la intensa propaganda antropomorfizante tampoco las computadoras cuánticas podrían valerse del futuro como recurso).

Y si queremos que una computadora piense, hay que ponerla por cuerpo de cualquier psiquismo circunstanciado a ella que despliegue una interfaz, cuerpo-psiquismo, capaz de modificar su marco cinético de referencia a fin de convocar al desarrollo intelectual y regular la participación causal de ese psiquismo (4). Ello así por cuanto, como anticipamos, la presencia operativa del psiquismo se localiza en uno de los varios flujos de itinerantes partículas que a velocidades relativísticas traspasan cuerpos y espacio. Desde esa localización su acción individual estabiliza las oscilaciones sistémicas del cuerpo si es orgánico (el cual, por su parte, no precisa de un sistema disipativo estelarmente energizado, basado en carbono y respirando oxígeno), y su acción colectiva se torna detectable como variable paleobiológica.

Esto, claro está, no se detecta comparando diferencias y similaridades entre computadoras y neurocircuitos (ambos apsíquicos), sino “elevándose al concepto”, como diría el idealismo alemán. Quien repite hogaño la boutade célebre de Giacomo Leopardi, Che la materia pensi è un fatto (5), sólo logra exponer que no posee este concepto y definición objetiva de psiquismo o espíritu. Aunque en la neurobiología iberoamericana se viene enseñando por cinco décadas y lo hemos explicado y publicado en inglés de modo reiterado, es de lamentar que los neurocientíficos angloestadounidenses todavía no lo conocen. Más de lamentar aun, no pocos extraen rédito de pretender que lo siguen buscando: ¿a qué apurarse? A la vez, declaran una y otra vez que es imposible lograrlo, y como vimos pretenden conformarse alegando que sólo cabría apuntar al psiquismo por vía de señalarle al interlocutor su propia vivencia subjetiva.

O sea, creen o pretenden que sólo se puede señalarlo, brindando así una declaración ostensiva –expresando “eso que usted tiene ahí”, como si fuera τὰ μήδεα (6)– sin concepto, lo cual por cierto no es una definición; aun menos, una objetiva. Que, por ello –por ser inalcanzable la conceptualización objetiva del espíritu– no la alcanzaron, lo que sería pues comprensible y disculpable.

Pero que, en consecuencia, todo el mundo debe resignarse a convivir con esa inasequibilidad de la definición objetiva de lo que ellos llaman conscienscitud (“consciousness”: la nota de ser consciente y no el hecho de serlo, como lo destaca Antoine Courban) y suponen consiste en algún ignoto fenómeno, o material, que emerge del arco sensoriomotriz tal como el movimiento de la flecha emerge del arco saetero(7): un flúido, esa conscienscitud, sintiente, compartido, permutable, pasivo, no diferente de la naturaleza inanimada y del ladrillo en su modo de transformación temporal en que todo es reacción…, cuya cognoscencia se explica por su “posesión” de una propiedad de cognoscer, exactamente tal como la acción soporífera del opio proviene de su “posesión” de una “virtus dormitiva, cujus est natura sensus assoupire” (“una fuerza dormitiva cuya naturaleza consiste en poner los sentidos a apoliyar”)(8). Es pues la encarnación hodierna de la teoría favilar, órfico-estoico-origenista abajo comentada. Sus neurofilósofos descontextualizadores de frases poco digeridas machacan hasta el hartazgo que, ya que no se la puede conceptuar objetivamente, lo mejor respecto a tal flúido conscienscitudínico o “consciousness” es callar. Lo peor es que su buena prensa, bloqueando a otros, ocluye otras comunicaciones. Y, acallándolas, impone doquier tan peregrina e interesada idea como si fuera información neutra.

Este interesante fenómeno de la historia de la ciencia –que, en resonancia con la retórica de τὰ μήδεα, es apodado los modelos Porky´s– es aún más general. Hace tiempo, la célebre comedia erótica Porky´s se burlaba de los pícaros colegiales estadounidenses de 1954 que imitaban el coito sólo con jadeos, desconociendo aún que el apareamiento envolviera nada más; son pues también del caso los modelos científicos que atienden exterioridades olvidando lo esencial que pretenden modelar. Y no sólo veremos que los irrealizables engramas o rastros recordatorios del encéfalo imitan la remanencia mnésica (la retención de las memorias biográficas) considerando sólo la estructura de las memorizaciones, desconociendo que el recordar envuelva nada más como, por ejemplo, subjetividad, autopercatación, un sistema de operaciones semovientes, intencionalidad, psiquismo… al estilo Porky´s. Además, no pocos neuroanglófonos notaron el interminable fracaso de los esfuerzos por imitar el causal-eficiente funcionamiento del encéfalo empsiqueado y, faltos de una definición objetiva de psiquismo y –a menudo– de una idea no humeana de la causación eficiente, atribuyeron ese fracaso a que las complejidades del encéfalo se demostraban insuperables («Whilst there are plenty of efforts underway trying to mimic the brain, its complexities have so far proven insurmountable»). Buscaron pues una ruta transitable y más rápida («a viable and quicker route») y produjeron modelos Porky´s del pensamiento humano, donde el lugar, de los jadeos orgásmicos que concentraban la ardorosa atención de los colegiales modeladores, lo ocupan los esquemas lógicos de la mentación y sus narrativas controladas por algún mecanismo («held together and controlled through a governing mechanism»), desconociendo aún que el pensar envuelva nada más como, por ejemplo, subjetividad, autopercatación, un sistema de operaciones semovientes, intencionalidad, psiquismo… “Con la replicación y el establecimiento de las reglas mecánicas de la mente y sus constantes dinámicas, comprobadas por vía de enfocar los numerosos datos de los medios de comunicación públicos, se logra la estandarización y el pensamiento humano generado por máquina, una Mente Virtual”(9). El texto que lo afirma, también tragicómico, luego promete: “Una mente virtual es capaz de cubrir una amplia gama de aplicaciones, en particular la predicción de la conducta humana y la toma de decisiones. En esencia, se puede captar todo el espectro socioeconómico, incluyendo la política, los mercados financieros y los patrones de consumo. Otra área de aplicación potencial sería mejorar los programas de varios videojuegos y, por supuesto, sería aplicable para la conexión humano-máquina. El libro guía al lector paso a paso sobre cómo desarrollar y producir una mente virtual generada por máquina. Proporciona una mayor comprensión del mayor misterio de la humanidad, el funcionamiento de la mente.”(10)

En la tradición neurobiológica iberoamericana, en cambio, desconocíamos semejante pretensión de imponer, consolidar y preservar el desconocimiento. Una blitzkrieg, vehiculizada por internet en sus inicios, recién la derramó globalmente desde los primeros años noventa, tal como cierta propaganda de pintura la derrama barrosa embadurnando el planeta, por supuesto desde “arriba”. Geopolíticamente esto ocurrió a partir de la anglofonía, única comunidad donde al principio se disponía de ese vehículo para emplearlo tan mal, al que sumaron imponentes convenciones periódicas para fidelizar la internacional clientela que acudía ahíta de doctrinas, ayuna de criterios objetivos. Esta aumentó raudamente. La inercia conceptual mediática fijó las especulaciones centrales, aparentando consenso e independizándolas de los intereses originales. Sus primeros parroquianos en países periféricos fueron los grandes medios difusores de noticias de agencia: en nuestra disciplina, sus editores de ciencias y demás formadores de opinión.

Mucho antes de esa manipulación académica, obtuvimos y ya veníamos enseñando, hará hoy medio siglo, el concepto objetivo de psiquismo. Durante los primeros veinticinco años nos pareció un desarrollo natural, obviedad que enseñábamos sin pretensiones a los alumnos y evitábamos ostentar de más para no erizar a los mayores que no apreciaban que un ladrillo, o una mesa, se estén transformando a cada momento — y mucho menos que debido a sus transformaciones internas equivalieran rigurosamente a una máquina de Turing(11). No tuvimos cabal idea de la intensidad con que se buscaba y anhelaba ostentar el concepto objetivo de psiquismo en la misma neuroanglofonía que, cuando advinieran internet y las periódicas convenciones sobre el flúido conscienscitudínico, accionaría imponiendo su desconocimiento para preservar el prestigio intragrupo de sus convocantes, aun sacrificando ciencia por ideología. A quien escribe le tocó pues producirlo y narrarlo a neurocientíficos anglófonos muchas veces. Cúpome así palpar los sinceros obstáculos culturales, derivados de su atomizante micronización disciplinaria, que hasta hoy les dificultan entenderlo(12) y en cuya superación hemos de colaborar. Y finalmente, al difundir internet esa promoción de los “consciousness studies”, asistí a la consolidación global del lucrativo prejuicio de que “el” psiquismo no tiene ni podría tener definición objetiva. (Obviamente referirlo como único, “el”, es incorrecto, pero para presentarlo como material fungible rehuyen decir “los psiquismos”).

Tal vez sea de interés para algún lector si evoco algunos otros recuerdos del tema, a la vez que repasamos el concepto. Heredé unas Physiques decimonónicas francesas, que en mi niñez honraba a diario con los experimentos a mi alcance. Tras ello me nutrí con la Física Elemental de José S. Fernández y Ernesto Galloni, imbuidos de nuestra tradición normalista; siempre les permaneceré agradecido por su labor patriótica. Apeteciendo algo más de rigor teórico, pasé a un texto de Léon Brillouin del que nunca olvidaré algunos d´alembertianos párrafos sobre la transformación temporal de los sistemas mecánicos. Destacaban esos párrafos que su estado presente integra la totalidad de los estados pasados; mi labor analítica, que tras toparme con un atajo ví, para mi sorpresa, lista en dos días, procuró generalizar al nivel microfísico la aplicación del venerable principio. Dicho de otro modo, tal como utilizar la dinámica caótica introducida por Henri Poincaré (determinística, claro está) es necesario para verificar rigurosamente el siempre ruidoso comportamiento de un péndulo, nunca libre de efectos cuánticomecánicos(13), también quise verificar cómo respondía ese principio fundamental de la mecánica ante la incesante inyección de indeterminabilidades que señala la física contemporánea. A ese fin evalué la conservación del determinismo que plasmó al sistema, bajo las indeterminaciones que a lo largo de su historia introdujo la dinámica microfísica, en los componentes que a cada instante se iban alistando.

Tarea que mi holgazanería halló simplificable, porque a la sazón había concluído una investigación paralela referida a la cadacualtez (la asimetría temporal de las descripciones cadacuálticas muestra que la cadacualtez es postdecible, pero nunca predecible: cf. Palindrome pp. 376 ss.; después hablaremos de ella) y bien claro se me manifestaba que, al invertir el curso temporal formativo, cancélanse las indeterminaciones de fuente microfísica. Ese fue el atajo con que me topé. Aun teniendo presente la inyección de esas determinaciones, concluí, es pues rigurosamente cierto ese principio físico: que el estado presente de cada sistema mecánico integra la totalidad de sus estados pasados — sea tal sistema arco fisiológico sensoriomotriz, palanca de segundo género, cultivo microbial, complejo sistema molecular disipativamente autoorganizado lejos del equilibrio termodinámico(14), ladrillo aparentemente inmótil, actividad sociocultural extrasubjetiva que generaría “subjetividad” como epifenómeno (perezhivanie)(15), o bufante locomotora.

Una locomotora, pues, integra a cada instante todo lo que efectivamente fue cada uno de sus elementos y cada uno de los componentes de estos — aun las indeterminaciones microfísicas que al revertir su desarrollo se clausuran. Los integra estrictamente: para sus transformaciones futuras, no es causal-eficientemente transformativo en esa locomotora nada que no intervino constitutivamente en su génesis, como sus planos, ni a partir de su desprendimiento lo que durante esa génesis se haya desprendido, como tuercas, piezas, chispas u hollín.

Yendo hacia atrás en el tiempo, desde el tonante y fumante estrépito endrino que una y otra vez siembra a su paso el consabido misterio de adiós, el sistema mecánico “locomotora” es lo que queda de cuando, hoy mismo más temprano, en su tiznada carbonera le cargaron leña, agua en la caldera. Es asimismo lo que queda de cuando, años ha, montaron su maquinaria, allá en el corazón industrial de las repúblicas sudamericanas antes de la invasión de los títeres fratricidas; de cuando, antes aún, los moldes de sus piezas se vaciaron de la fundición de menas sinterizadas y del fierro viejo de oxidados estribos, corroídas herraduras extraviadas o arrancadas de las osamentas, petrificados cerrojos, vetustos aparejos y desparejos fragmentos de rotas cadenas, y adminículos domésticos o bélicos arruinados por el orín, todos colectados por avizores changuitos y acumulados por previsores herreros, todos eslabonados en premodernas cadenas de trueque y comercialización. Y es también lo que queda desde todavía antes.

El sistema maquinal “locomotora”, que atruena décimonónicos silbos fuliginosos en este ferroclub cabe un enorme puente de la avenida Gral. Paz, es lo que queda de cuando, en tiempos precámbricos, el primer megaevento de contaminación de la atmósfera –con oxígeno– por seres vivos formó grandes depósitos ferríferos, que atesoraron por eones el oxidado hierro bandeado de la mena, de donde salió todo el mencionado rejunte; de cuando, aun antes en la historia de nuestro planeta, la deposición de las formaciones litosféricas de hierro se acrecentó con los colosales impactos de los bombardeos meteoríticos del Arcaico; de cuando antes de la Tierra, en las etapas finales del nacimiento del Sol, nuestro disco de acrecimiento protoestelar tornóse disco protoplanetario y su calor –originado en la disipación de las turbulencias viscosas internas, la radiactividad, y los choques del gas en caída libre hacia el centro– secuestró la mayor parte de los metales siderófilos en el fundido núcleo de flamantes planetas, y formóles así sus magnetósferas, aunque dejaría en lo que iba a ser la litósfera esos átomos férreos que hoy –con la salvedad de algunos o todos sus electrones, cuya individualidad no es del todo entendida–, ya formada la Tierra, integran nuestra sangre consintiéndonos respirar oxígeno (antaño venenoso, por agresivo oxidante, para los organismos biológicos que por entonces eran sólo microbios aún no adaptados a tanto oxidante) y componen nuestra locomotora fragorosa; de cuando, aun mucho antes, estos mismos núcleos atómicos de hierro, probablemente con algunos de los electrones internos que aún conservan, se habían dispersado por el dilatado espacio interestelar, la mitad provenientes de nuestra misma galaxia –la Vía Láctea– y la otra mitad procedentes de material extragaláctico intergalácticamente transferido (o sea que, tal como nuestro cuerpo y la materia que nos rodea, media locomotora es extragaláctica(16)), siempre eyectados de dispersas supernovas(17); de cuando por primera vez, mucho antes, estos núcleos atómicos de hierro en la bramante máquina ferroviaria se formaron –sin electrones en los instantes iniciales– a partir de puro hidrógeno y helio, en las explosivas reacciones de fusión conocidas como conflagraciones de oxígeno y de silicio, en nucleosíntesis previas de estrellas ordinarias (no de supernovas) de la Vía Láctea y de las otras galaxias, de modo que tales estrellas, aumentando el peso atómico de sus elementos, reducían el número de sus corpúsculos componentes; de cuando, aún antes de que en la naturaleza existiera ni hierro ni estrellas ni galaxias, entre las edades de un segundo y cuatro minutos de nuestro subuniverso la nucleosíntesis cercana al big bang formó el deuterio y el litio(17) que luego dichas conflagraciones de oxígeno y de silicio usarían para formar hierro; de cuando, aún antes, en la segunda época cosmológica (época Hadrónica, a partir de cumplirse un millonésimo de segundo tras la singularidad local o big bang), el subuniverso se expandió y enfriándose permitió la formación de protones, los cuales recién unos 378.000 años después pudieron acoplarse por primera vez con electrones y formar los átomos de hidrógeno electricamente neutros que –como rutina–, entre unos mil y ocho mil millones de años más tarde, irían originando en diversas nucleosíntesis los individuales núcleos de hierro que, en buena parte tras viajar unas centenas de millones de años en los vientos intergalácticos que operan las transferencias de masa, acá chirriantes se pavonean en nuestra locomotora. ¡Fulígine engendra fulígine!

Tal determinación del presente por su pasado completo (y la ajenidad de la suerte corrida por todo evento que no fue parte causal-eficiente de este pasado particular) es lo que implica el concepto fundamental de la mecánica macroscópica: el principio de que en la transformación temporal de los sistemas mecánicos, su estado presente integra la totalidad de los estados pasados. Que es de donde deriva su funcionamiento como máquina de Turing, como dijimos.

Es de imaginarse con qué entusiasmo abracé la noción. Aun en aquel tenso par de días de resistencia, en que por falta de ideas tuve que confinar su rigor a la macroescala, esa noción me habilitaba para penetrar a carta cabal el modo de transformación temporal no sólo de geodas, fósiles, cantos rodados o las piezas biológicas de mis colecciones, sino asimismo de los cuerpos vivos y los productos de la cultura material. Lo que importaba era el concepto. Tras habérmelo explicitado Léon Brillouin, ya nunca volví a contemplar una locomotora, un ladrillo o un aljibe sin aplicarlo. Pero el tema de mis ardores era la evolución del sistema nervioso, arco anatómofisiológico a cargo de las funciones de relación donde el psiquismo se injiere instrumentalmente, usándoselo para la biofilaxia. Y, por vía de contraste, el concepto incidía en este tema: contra el modo de transformación temporal de todo lo apsíquico, era una obviedad que lo semoviente elegía su conducirse. Con lo que –desarrollo intelectual mediante– podía llegar a dejar de ser máquina de Turing y hacerse picarón.

El concepto objetivo de psiquismo, que la neuroanglofonía proclama inalcanzable, es simplemente que las existencialidades se transforman temporalmente de otro modo. Resumamos, para concluir.

A diferencia de todo sistema mecánico simple (una pequeña rueda que rueda al caérsenos, un tornillo atornillándose, planos inclinados, cuñas, palancas, etc.) o complejísimo (servidores internéticos, colisionadores de hadrones, y hasta el mismísimo subuniverso como colisionador de partículas), y bien lejos de que su estado presente deba determinarse integrando la totalidad de sus estados pasados, las subjetividades, interioridades, almas, introyentes, espíritus o psiquismos se transforman sólo sobre la base de una selección de estos estados históricos. Para eso les sirve conocer e iniciar series causales nuevas y por eso empecé a enseñar y a relatar, como definición objetiva de psiquismo, la de «aquellas realidades que se transforman en base a una selección de sus antecedentes, no a todos ellos como están obligadas a hacerlo todas las demás»(19). Su fundamento observacional, por cierto, es el señalado en todo el resto del presente libro, ya que de esas entidades tratamos y sus características precisamente son las que corresponden a su definición.(20)
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Notas:

1. 1- Preocupado por los ideólogos que promovían la “independencia” de las provincias ultramarinas, Fernando VII inquirió a algunos nobles de su séquito si pensaban. Rápidos de reflejos, con veloz obsequio le repusieron, «¡No, Majestad! ¡Lejos de nosotros, el funesto hábito de pensar!»
2. 2- Joseph Silk (2016), “Challenges in Cosmology from the Big Bang to Dark Energy Dark Matter and Galaxy Formation”, https://arxiv.org/abs/1611.09846 ; M. Gasperini (2017), “Constraints on the production of primordial magnetic seeds in pre-big bang cosmology” (JCAP), https://arxiv.org/abs/1702.06030 ; M Gasperini (2017), “On the initial regime of pre-big bang cosmology”, https://arxiv.org/abs/1707.05763 ; Gabriele Veneziano (2017), “A Quantum Universe Before the Big Bang(s)? ”, (IOP Journal of Physics Conf. Series 880), http://iopscience.iop.org/article/10.1088/1742-6596/880/1/012001/pdf (véanse especialmente las figuras 1 y 2); Maurizio Gasperini (2014), Gravità, Stringhe e Particelle. Una escursione nell’ignoto (Milán, Springer), en inglés http://b-ok.org/dl/2348310/7730df Por divulgaciones, cf. Big Bounce, Großer Rückprall y Gran Rebote en en.wikipedia.org/wiki/; de.wikipedia.org/wiki/ y es.wikipedia.org/wiki/.
3. 3- J. F. Pagel, P. Kirshtein (2017}), Machine Dreaming and Consciousness, http://gen.lib.rus.ec/book/index.php?md5=3B00DF44120C28990DB5B280464C0009, (London, N. York: Academic Press).
4. 4- Mario Crocco, U. K. Patent 1.582.301, Process for inducing in automata self-stimulation behaviour and/or libidinous reinforcements in their learning and/or bonds of interest with their behaviours, 16 February 1976. Facsímil en Contreras, N. C., op. cit., http://b-ok.org/dl/2369873/80a79f , pág. 105.
5. 5- Leopardi Giacomo (1898), Pensieri di varia filosofia e di bella letteratura, https://it.wikisource.org/wiki/Pensieri_di_varia_filosofia_e_di_bella_letteratura/4288 (Florencia: Le Monnier, p. 4288): “Es un hecho que la materia pìensa”.
6. 6- Desde las culturas preindoeuropeas se cultiva la equivalencia semántica entre psiquismo o ‘consciousness’ y genitales o eroticidad. Τὰ μήδεα (ta médea) nombra los genitales externos, pero también psiquismo. Literalmente, son “las partes que no han de mostrarse” (μή δεα), púdicas o innombrables, en todos los dialectos del griego antiguo, incluso en ático. En Homero, μήδεα bien puede significar ‘pensamientos, designios’ (como en Γ 202) o bien ‘genitales’ (como en σ 67) En alto alemán antiguo, gimaht puede denotar ‘facultades, potencias’ o bien ‘genitales’. El término griego para pubescer, ἥβη (como en «hebefrenia»), tiene un término lituano directamente afín (jẽ̦ga) que designa la potencia bien mental o bien física. Es que intelligentia potentia est, sea en milicias, humanos o dioses (p. ej., μέγα μήδεται ἔργον, formidable gesta ideó: en el Himno a Démeter 351). El verbo griego μνάομαι significa ‘tener en mente’ (como en la Ilíada) o ‘acosar eróticamente, cortejar’ (como en la Odisea); cf. Plauto, mentionem facere de puella, que significa ‘hacer requerimientos [al padre de una niña]’. El término mentiō deriva de mēns ‘mente’; otro derivado es mentula, que significa ‘falo’. En hitita, la expresión usual para incalescencia erótica es ištanza parā watkut, ‘se le yergue la mente (hacia adelante)’, por ej. en el Cantar de Ullikummi I(B) 15 ss. Hay muchas indicaciones formales que relacionan al griego μένος con el latín mēns, ‘mente’. Μένος denota ‘furia, poder, facultad’ (cf. las ménades); y formalmente, gēns es a genus como mens es a *menus, el posible predecesor (¿proto?)indoeuropeo de μένος, en sánscrito Ŗg-védico mánas (cf. p. ej. ἱερὸν μένος: η 167, e iṣirám mánas: 8.48.7: poder sagrado).
7. 7- Emergencia postulada irreductible a, pero homogénea con los componentes del respectivo arco. En la llamada por sus críticos “teoría idealista de la evolución emergente” (I. T. Frolov, Diccionario de filosofía, Edit. Progreso, Moscú 1984) y por otros “emergentismo británico”, tal era el sentido teleonómico con que C. D. Broad, un estudioso de la telepatía y la telekinesis convencido de que el futuro podría influir sobre el pasado, precisó en 1933 una distinción gnosticista entre “emergente” y “resultante” esbozada en 1879 por G. H. Lewes http://www.informationphilosopher.com/solutions/philosophers/lewes/ ; en 1919 por el parapsicólogo neovitalista Hans Driesch, y por Samuel Alexander en 1920: “Basándose en la interpretación idealista de la teoría general de la relatividad, Alexander consideraba como material de partida del mundo el espacio-tiempo, que identificaba con el movimiento. De este espacio-tiempo, mediante saltos cualitativos imprevisibles surgen la materia, la vida, la psique, las “cualidades terciarias” (valores), los “ángeles” y Dios. La evolución emergente es orientada por un impulso ideal que se percibe como la aspiración a lo nuevo” (íb., s. v. “Samuel Alexander (1859-1938)”, http://www.filosofia.org/enc/ros/alexande.htm Cf. tb. http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=alexander-samuel
8. 8- Cf. Mariela Szirko (2002), “L’anthropologie ganglionnaire, un psychovirus demasqué” (Electroneurobiología 10 n. 2, pp. 45-60), http://electroneubio.secyt.gov.ar/antropologiaganglionar.pdf y http://www.ethologie.info/revue/IMG/_article_PDF/article_13.pdf
9. 9 – «With the replication and establishment of the mind’s mechanistic rules and dynamic constants, tested through a big data approach from public media, it allows for standardization and machine generated human thinking, a Virtual Mind.» Niklas Hageback (2017), The Virtual Mind: Designing the Logic to Approximate Human Thinking (Chapman and Hall/CRC), http://gen.lib.rus.ec/book/index.php?md5=BF57194CC64002E257B0635528333F3F
10. 10- Loc. cit.: «A virtual mind is able to cover a wide array of applications, in particular forecasting of human behavior and decision-making. In essence, the whole socioeconomic spectra can be captured, including politics, financial markets and consumer patterns. Another area of potential application would be to augment various game software and of course, it would be applicable for the man-machine connect. The book guides the reader on how to develop and produce a machine generated virtual mind in a step-by-step manner. It … it provides an enhanced understanding of mankind’s greatest mystery, the workings of the mind.»
11. 11- Otra comparancia fiera, por lo menos al principio. Costaba hacer entender que radicaba en “programar la cabeza lectoescritora” para determinar a cada instante físico su situación en el instante siguiente según todos sus componentes y las regularidades físicas que los afectan, a fin de que la máquina de Turing se comporte como el ladrillo. Recuerdo que hacia 1972, para conformar a cartagineses y romanos, debí aclarar los conceptos, sobre todo el de información como plasmación física, y compuse un textillo que presenté a algunos amigos como Greg Chaitin y J. Waisgold y luego al CONICET; si mal no recuerdo –no tengo el original a mano– se titulaba “La información de un sistema sólo implica necesariamente la entalpía de… otro”.
12. 12- Mientras pongo punto final a esta viñeta (doce de junio de 2017), me avisan que el director de una dependencia militar estadounidense de investigación y desarrollo escribe a un conocido mío que vendrá a almorzar con este en Buenos Aires a fin de que le explique bien el concepto… Comprensiblemente el objetivo es mejorar la autonomía de los vehículos empleados en el área; cf. Graham Allison (2017), Destined for War. Can America & China escape Thucydides´s Trap? (N. York, Houghton Mifflin Harcourt Publishing Co.); Graham Allison, Robert D. Blackwill, Henry A. Kissinger (2013), Lee Kuan Yew : the grand master’s insights on China, the United States, and the world (Cambridge, Mass. y Londres, Belfer Center for Science and International Affairs), http://b-ok.org/dl/2740613/2ac003 .
13. 13- N. Matsumoto (2015), Classical Pendulum Feels Quantum Back-Action, http://download.libgen.io/get.php?md5=2BF3EFF8E4661EA134D2A245953F0B02 (Springer Theses).
14. 14- Alexander S. Mikhailov, Gerhard Ertl (2017), Chemical Complexity: Self-Organization Processes in Molecular Systems (Springer’s Frontiers Coll.), http://gen.lib.rus.ec/book/index.php?md5=5FBE8EF26BD328F01A0E8211C10B5A52
15. 15- Marilyn Fleer, Fernando González Rey, Nikolai Veresov, eds. (2017), Perezhivanie, Emotions and Subjectivity: Advancing Vygotsky’s Legacy, http://download.libgen.io/get.php?md5=43309FD228CBA90349410E5A98720A4E (Springer).
16. 16- Daniel Anglés-Alcázar, Claude-André Faucher-Giguère, Dušan Kereš, Philip F. Hopkins, Eliot Quataert, Norman Murray (2017), “The cosmic baryon cycle and galaxy mass assembly in the FIRE simulations” (Monthly Notices of the Royal Astronomical Society 470 n 4, 1 October 2017 -en línea 20 June 2017- pp. 4698–4719, https://academic.oup.com/mnras/article-abstract/470/4/4698/3871367/The-cosmic-baryon-cycle-and-galaxy-mass-assembly?redirectedFrom=fulltext
17. 17- En las abundancias de elementos químicos en el subuniverso, se aprecia un máximo local, o pico, en la vecindad del hierro («iron peak»); afecta los elementos Cr, Mn, Fe, Co y Ni. Deriva de que, para elementos más ligeros que el hierro en la tabla periódica, la fusión nuclear libera energía, mientras que la fisión la consume; pero al contrario, para el elemento hierro y para todos los elementos más pesados, la fusión nuclear consume energía, pero la fisión nuclear la libera como lo demuestra la bomba atómica. Por eso y porque medido por masa el hierro es el elemento más abundante en la Tierra (y además para acordarme agradecido otra vez más del importante gesto que en 1921 tuvo un maquinista hacia Marguerite Greffier, una de mis abuelas), elegí la locomotora como ejemplo. Para una perspectiva de conjunto sobre las nucleosíntesis, cf. Martin Beech (2017), The Pillars of Creation. Giant Molecular Clouds, Star Formation, and Cosmic Recycling, http://gen.lib.rus.ec/book/index.php?md5=3A409DC80651C16E09046759B983CFCB (Springer).
18. 18- Grant J. Mathews, Motohiko Kusakabe, T. Kajino (2017), “Introduction to Big Bang Nucleosynthesis and Modern Cosmology” (International Journal of Modern Physics E, June), https://arxiv.org/abs/1706.03138 ; Michael Foley, Nishanth Sasankan, Motohiko Kusakabe, Grant J Mathews (2017), “Revised Uncertainties in Big Bang Nucleosynthesis” (International Journal of Modern Physics E, June), https://arxiv.org/abs/1706.02834
19. 19- Algunos textos-resumen relativamente recientes son Mario Crocco, Norberto C. Contreras y Mariela Szirko (2008), Un palindrome: las criaturas vivas conscientes como instrumentos de la naturaleza; la naturaleza como instrumento de las criaturas vivas conscientes, Folia Neurobiológica Argentina Vol. XI; Ediciones Análisis, Buenos Aires–Rosario–Bahía Blanca. Véase también Norberto César Contreras. (2014), Algunos aportes de Mario Crocco a la neurobiología y psicofísica, Ediciones Rueda, Bs. Aires, http://libgen.org/get.php?md5=7cb912b75280e5473ae30cde10a2d7c5 o bien (otro enlace alternativo) https://mega.co.nz/#!4lcQTAqT!6Hkvdn9t8JCot65CS8y8jUA-WoxaPnOLSuBFX_Y6aSk; Crocco, M. (2008),»A Palindrome: Conscious Living Creatures as Instruments of Nature; Nature as an Instrument of Conscious Living Creatures» (Cap. 12), pp. 313 a 394 en H. Wautischer ed., Ontology of Consciousness: Percipient Action (The MIT Press, Cambridge, Mass.), http://mitpress.mit.edu/books/ontology-consciousness
20. 20- Por eso fue particularmente penoso hace seis días, el pasado lunes seis de junio, enterarnos de que una querida institución, la Royal Society de Londres publicaba un número especial de una de sus revistas dedicado a exponer que seguían tan aferrados a su confusión como si en el último medio siglo, en esta tradición científica otrora bien conocida en Europa, no hubiéramos producido ni comunicado absolutamente nada. No deja de ser un modo ingrato de terminar (cronológicamente) aquí esta redacción. Refiérome al número especial de Interface Focus: Theme issue ‘Convergent minds: the evolution of cognitive complexity in nature’ organizado por Nicola Clayton, Russell Powell, Corina Logan e Irina Mikhalevich (vol 7, issue 3: 6 June 2017), http://rsfs.royalsocietypublishing.org/content/7/3

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Autor

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

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