El Acento

Antonio Florido

Lecturas de verano

Acabó julio. Un mes en la playa. En la soledad del tumulto. En medio de la no estética. Del viento entre los árboles del bosque de siempre. Olas. Piscina. Comidas con la familia, en una terraza cualquiera. Y sacando tiempo para leer algo. Debajo os comento algunas fugacidades sobre ellos. A saber:
1) “Diario de una camarera”, de Octavio Mirbeau. En su estilo. Aunque no llega a la brillantez de “El jardín de los suplicios”, ni tampoco a “En el cielo”. Prosa aristocrática y burguesa con la que narra los estereotipos y costumbres, mascaradas, necedades, de esa clase enriquecida del siglo XIX. A veces un poco denso, pero si te gusta Mirbeau, como a mí, lo lees hasta el final.
2) “La calle de las tiendas oscuras”, de Patrick Modiano. Pshh. Bien escrito. Esperaba más. Desesperanza en medio de la tragedia humana de la inopia y la alienación. Propio de la época recién vivida o recordada por el francés Nobel del año pasado. París en la mente, con sus calles y sus sombras. Poco que pensar.
3) “¿Cuánta tierra necesita un hombre?”, de Tolstoi. Qué decir. Genial. Como no podía ser de otra manera. En muy pocas páginas (maravillosamente ilustradas, por cierto) nos narra la codicia del ser humano que quiere más y más y más. Hasta que comprende que todo le ha sobrado. Justo en el instante en que nada tiene remedio. El final llega para él, inesperadamente. Hay que leerlo lentamente, un día sin ganas para bajar a la playita.
4) “En el café de la juventud perdida”, de Modiano. Mejor que el anterior. Pero quizás el título valga más que el contenido. Más de lo mismo. París hasta en la sopa. La historia un descafeinado bien contado, sin azúcar. Paso al siguiente.
5) “¿Qué es ser agnóstico?”, de Enrique Tierno Galván (el viejo profesor). Por fin. Más de treinta años intentando leerlo. Lo encontré, ya. Ensayo brillante. Denso. Quizás densísimo. No propio para un mes de julio, lo comprendo. Pero, qué quieren. Oír la voz del viejo profesor sentado en una hamaca de tela recalentada es grato. Reconozco su dificultad. Pero después del paso por el fondo del desfiladero entiendes que mereció mucho la pena. Una gozada, pues.
6) “El extranjero”, de Camus. Ya no me acordaba de este libro. Lo leí cuando aquello de ser joven, en el instituto. Ahora me lo bebí sin reparos. Con avidez. Tragando cada frase como un helado de limón. Duro. Me puso en el resquicio de la duda eterna, en la que siempre me he creído. El gran Camus. Demoledor. Francés, para más señas. Bueno, una mezcla. Ya saben.
7) “Los justos”, de Camus. Obra de teatro. De nuevo nos coloca en la dichosa duda existencial de qué es mejor. La moral a cuestas. Cinco actos. Como antes. Muy antes. Me gustó.
8) “Cartas a un amigo alemán”, de Camus. Como reza el título, cuatro cartas. Arrolladoras. A un nazi amigo de antaño. Finales de los cuarenta. Las cartas no tienen desperdicio. A su manera, Camus afirma sus convicciones frente al totalitarismo alemán. Maravillosas.
9) “El existencialista hastiado”, de Howard Mumma. Este reverendo conoció a Camus en profundidad. Al final de su vida (cuarenta años desde que Camus murió), Howard decide escribir este libro con las anotaciones que guardó tras cada entrevista con el escritor. Y con los recuerdos del joven Albert. Diálogos sublimes entre ambos. Sobre Dios. Y sobre la Nada, de Sartre. Y sobre la busca ansiosa de Camus a lo largo de su corta vida. La cercanía de la Gracia. Muy bien narrado. Dos personajes cultísimos que hablan y hablan para que uno los escuche con gozo. Un placer.
Creo que me falta hablar de otro. Pero lo he olvidado. A estas alturas, ya no importa. Estas han sido mis lecturas de verano. Ahora tengo delante un montoncito con diez títulos más. Para este mes de agosto. A ver.
Vale.

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Autor

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

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