El Acento

Antonio Florido

(25) Las siete vidas

No es fácil hablar de la vida. Y menos todavía cuando esta vida no es la de uno.
Juan cae sobre el lector a peso. Como el plomo. En un comienzo con sabor a final. Un ciclo. La perfección. Encontrar lo buscado durante años.
Todo comienza cuando a Ricardo Muñoz Fajardo se le ocurre contarnos lo que ya intuimos. A pesar de ello, el escritor araña los sentimientos. Se sienta a escribir –le vemos-, afila el lápiz, o teclea, que para el caso es lo mismo, y con su fondo hondísimo busca algo recurrente. Algo que todos ansiamos encontrar. Sólo él parece encontrarlo. El secreto de eso que llamamos lo existencial. Lo puramente ontológico. Ricardo ficciona (permítanme el vocablo). Los personajes van saliendo no sabemos de dónde. Tal vez de su imaginación. O, me atrevería a pensar, de la vida misma que desconocemos. Quizás el coro que acompaña a Juan en esta historia densa, esté formado por personas que existieron. No lo dudaría. Comienzo y final se dan la mano, en un círculo extensivo e inquietante. Es un hervor. Sentimientos, hechos, desgarros, esperanzas, rencores, odios, amores…Un hervor, como digo. Igual que cuando el cocinero se encierra y se pone a la labor. Prepara los ingredientes con esmero, los echa al agua que, loca, borbotea, y se sienta a observar la lenta armonía de todo cuanto sucede. Huele a Historia. A las dos historias, la intrahistoria, de la que ya tanto se habló, y la otra, la oficial. Un avance lento, parsimonioso, tenaz, por los años. Leyendo esta novela no solamente disfrutas de una prosa suculenta y espléndida. También viajamos con el resto de los compatriotas por la España que les tocó vivir.
Ricardo juega con el devenir. Nos plantea la duda. Más allá de simples convencionalismos de creencias, el autor nos presenta lo determinado y nos pregunta si nacemos con las horas contadas (como la famosa película) o es el coraje el que conforma la suerte y, juntos, nos empujan hacia adelante.
Novela ágil, dialogada, sentida, metida a veces en sí misma, otras fugaz y saltarina. Pero siempre con un lenguaje que sorprende. Como también apresa la perfecta unión de todas las fichas del puzle que Ricardo ha creado.
España atravesada, asaeteada por el puñal de Juan. Desde comienzos del pasado siglo hasta los años ochenta. Un siglo, casi.
De nuevo me sacude la sensación de que Galdós ha vuelto. Para escribir “Las siete vidas” no solamente hay que saber de Historia. También es necesaria la habilidad para narrar. La capacidad de meterte en la mente de muchos personajes. De sentir lo que ellos. De ser ellos. O sea, gozar y sufrir. Revivir. E imaginar el ocaso por simples conjeturas viscerales. Hay que saber ser niño, pasar hambre, llegar a la adolescencia, amar, buscarse la vida, hay que saber también alcanzar la adultez, esa etapa antesala de lo maduro, cambiar de vida, de residencia, tragar con los amores agrios, rozar el tiempo, los días, atemperar la voluntad, volver la vista de vez en cuando, ser una gota más en la pequeña historia azoriniana.
Me sigue quedando la duda de si todo lo que vivimos está ya planificado. La forma prístina del destino. Lo más íntimo. El azar. Lo omnisciente en nosotros. Tal vez no. Tal vez todo esto no sea más que un escaparate en el que permanecemos atrapados sin poder remediarlo. O una triste y atroz broma.
Cada uno de los lectores contará sus propias vidas. Hará como Juan. No podrá evitarlo. Ricardo Muñoz será el responsable de esto. Por su empeño en ponernos delante el espejo de nosotros mismos.
Una novela realmente magnífica.
Felicidades Ricardo.
Vale.

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Autor

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

Antonio Florido

Antonio Florido nació en Carmona (España), en 1965. Estudió Mecánica, Ingeniería Industrial y Ciencias Políticas. Aunque comenzó su oficio de escritor con la poesía, reconoce que se sintió tan abrumado por la densa humanidad de este género que tuvo que abandonarlo

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