Anselm Holland es un forastero que llega a Jefferson y se casa con Cornelia, la hija de un hacendado. Su esposa le da mellizos: Anselm y Virginius. Más tarde Cornelia muere. El joven Anselm es impulsivo y fuerte. Virginius, en cambio, es sereno, imperturbable e inescrutable. Ambos, empero, comparten un fondo noble. Vínculo entre ellos que durará quince años de silencioso distanciamiento.
Anselm reclama su mitad de las tierras y, ante la negativa de su padre, se marcha a vivir al bosque. En la disputa entre Anselm y Virginius, éste se puso de parte del padre, quien luego comenzó codiciosamente a sospechar de sus supuestas buenas intenciones, hasta que lo expulsó también a él, que acabó viviendo con un primo lejano (convivencia homosexual).

Faulkner pone todo el relato en la voz de un vecino de Jefferson que conoce la historia de la familia Holland como cualquiera de la zona, es decir, tanto por lo que se sabe fehacientemente como por lo que se ha escuchado comentar y por lo que se conjetura.
El autor trama un relato policial de lo más interesante. El viejo Anselm aparece muerto. Su testamento pasó a manos del juez Dukinfield, que dos semanas después (aún sin emitir su fallo), aparecerá muerto de un tiro entre ceja y ceja, sentado como siempre tras su escritorio. El narrador, uno de los jurados en el juicio organizado para develar el misterio, relatará entonces la forma en la que el fiscal Gavin Stevens, irá estableciendo (mediante un relato dentro del relato), sus propias conjeturas añadidas a los hechos que efectivamente conoce, hasta lograr desatar el nudo.
Divertidísimo ejercicio policial de un narrador magistral. «Humo» es un relato capaz de recordarle a un lector contemporáneo, lo genial que se lo puede pasar cuando a uno le cuentan una historia con entusiasmo, ingenio, talento e intenciones adecuadas a la materia que se tiene entre manos. Entretenimiento del bueno.
Vale.