Tenía que ser un uruguacho. Sólo el título. Y una historia. Qué más. ¡Ah!, se me olvidaba. Magda. Sin ella nada tendría sentido. Y su forma. Y la voz del pintor de palabras, y de sonidos, y de gestos, llenos todos de puro e intenso significado (o de puros e intensos significados). Posiblemente usted o tú quiera o quieras saber el nombre del artista. Pero sobretodo. Novela corta. No más de cien. Un cien. Sabiamente estructurada. Pinceladas, las precisas. Total, cuatro. De arte. De escritura. De sentimientos clamantes. Un bello pasaje de amor. Y putas. Y bares. Y niebla nacida del vientre de mil cigarros que arden en la noche sin destino. Una voz se alza. Creo que usted, que tú, se mezclará en ello, te mezclarás en él. Quiero decir, en el ambiente, claro. Enamorarse de una puta. Una perdición. La puta te puede. Hace y deshace contigo a su placer. Y te dejas, no más. ¡Qué hacer, si no! Llega el Comandante. Es infinito. Fuerte. Doloroso. Se la folla y te notas aplastado. Mas tu pasión no ceja. Las pasiones nunca cejan en nada. Son obstinadas. Como el caracol de Boudjedra ¿te acuerdas? Beben. Después beben de nuevo. Y cuando se sacian, beben. Para olvidar, quizás. ¿El Principito? Tal vez eso. Novela corta, repito. Novelita al azar. Queriendo. Buscándola en el cántico de la literatura. Pocos aprendieron a cantar como él. Nunca acabó los estudios secundarios. Ni falta que le hizo. ¡Para qué! Luego escribir. Hasta la extenuación. Hasta que el hueso aparezca blanco. Magda. En el pensamiento. En las sienes. ¿Morirá la puta en la novelita? Yo lo sé, claro. La leí ayer. En la tarde. (En la tarde, como dicen por allá, en la cuesta abajo). Dos horas. Dos horitas sin móvil. Sin ruidos. Solo. Bueno, y ellos…A mi alrededor, que jamás me abandonan. “Mujer”, de Grau Santos. En la portada. La portada también canta. Y acompaña al lector en su misma soledad. Viene ahora el dilema. Magda como Idea. Absoluta. Conceptual. Porque en el mundo sensible, ¿dónde se encuentra? Pienso en ello. Y llego a la conclusión de que me importa, esto es, un carajo. Me quedo con la historia finamente contada por la mano. A veces áspera. Cruel, también. Y engañosa. Dolosa, en un querer meterse en tus mientes. Recomendación: dedicarle dos horas. Leer sobre lo leído. Machacar el acto. Arrancar del cerebro la inteligencia (si la tiene, si la tienes) y volcarla en las páginas amarillentas. Luego quizás fumarte un cigarrillo. Un Winston. De puta madre. Y nada más.
Vale.