El Tocadiscos de Biegler

Pablo G. Vázquez

Perseguir tu sueños y la última palabra.

Siempre me hizo mucha gracia este tipo de «hypes»: «hay que perseguir tus sueños en vida«.  Me descojono. Vamos a ver, que no se me entienda mal, soy un firme defensor del esfuerzo y del trabajo, pero creo también que hay que tener los pies en el suelo y ser conscientes de la realidad. Me explico: con 16 años mi sueño era ser gigoló y estríper, pero evidentemente el baño de realidad al que me vi sometido…

Con el derecho a la última palabra de los procesados en los juicios orales penales pasa un poco lo mismo: comprendo que el cuerpo te pida «esto no es lo que parece», «lo siento mucho», o un «lo volvería a hacer pq no hice nada malo». Lo entiendo y comprendo. Pero hay que ser realista y consciente de la situación: las cárceles están repletas de gentes que declararon en comisaría sin asistencia letrada y de aquéllos que, tras una brillante defensa letrada de su abogado, escupen un lastimosa disculpa y «arrepentimiento».

Las leyes las hacen la representación democrática de la gente. Las leyes se pueden cambiar, obviamente, pero una Democracia, un Estado de Derecho, significa fundamentalmente EL IMPERIO DE LA LEY (rule of  Law, principio de legalidad): nadie está por encima de la ley. Es una garantía, en el fondo, de ordenación social en la selva de la geografía humana en que vivimos todos. Una garantía PEDIDA Y FOMENTADA por LA GENTE, EL PUEBLO, a través de su representación democrática.

Escuchando ayer el contenido de las últimas palabras de los procesados por el «próces», es evidente que:

  • o bien viven en una realidad mental espacio-temporal paralela.
  • o bien están plenamente seguros de que serán indultados tras una posible condena.

No hay tercera opción («ya aquí tiro millas y palante»), puesto que ellos no asumen ni interna ni externamente ni la legitimidad ni legalidad del Derecho «español».

El Tribunal Supremo dictará la sentencia que sea, pero siempre, siempre, CONFORME A DERECHO, no conforme a los posibles efectos políticos y sociales peticionados  por las partes ni por algunos de sus letrados, la patata caliente no es competencia del orden jurisdiccional.

A cuidarse, meus.

PgV-

 

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Pablo G. Vázquez

Analista Investigador Derecho / Sociedad / Política / Economía

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