El Tocadiscos de Biegler

Pablo G. Vázquez

El Torra y el Viejo orden social

Focalizar la crítica al nuevo President en la cuestión nazi no justifica ni explica el verdadero y auténtico problema subyacente que nuclea, en mi humilde opinión, en toda esta cuestión: la sintomática concepción del origen divino del orden social preestablecido atesorada en el impagable melón del Sr. Torra.

Efectivamente, el pensamiento del Torra (y no nos engañemos, también del de una buena parte de los catalanes -y las catalanas, of course-) no deja de ser un canto beodo a creencias pretéritas y social y felizmente ya superadas, aquellas bajo cuya bandera y durante largo tiempo se entendía y practicaba que el orden social se encontraba predeterminado, que era de origen divino y que se correspondía con la propia naturaleza inmutable de las relaciones humanas.

Hablamos, como habrán advertido, de unos tiempos en los que la «conciencia de lo Justo» (lo «Justo Histórico», que diría mi querido Prof. Pérez-Prendes) si destacaba por algo, era precisamente por hospedar una imagen muy concreta del ser humano, desprovista, por supuesto, de la dignidad hoy inherente a la misma.

Efectivamente, es muy pero que muy importante la imagen que las personas tenemos de sí nosotros mismos y de nuestros congéneres, puesto que ello convalidará, irremediablemente, lo que se aspire a conseguir con la convivencia social.

Aquí es capital la idea de la Dignidad, núcleo central de nuestro Derecho (artículo 10 del texto constitucional). Como dice el profesor Gutiérrez Gutiérrez: «La dignidad sería el valor intrínseco a todo ser humano, esencialmente distinto del precio que es propio de las cosas, y excluye que la persona pueda ser reducida a mero objeto de las relaciones sociales, que pueda ser plenamente instrumentalizada sin tener en cuenta que su libertad es un fin en sí mismo».

El Pensamiento catalán dirigido por el Torra, sin perjuicio de ser nazi (que lo es, basta comparar la obra literaria hitleriana con la suya para darse cuenta de ello, como muy bien explica el Maestro D. José Muñoz Clares en su reciente post) es, además, cautivo de una enfermedad social cuyas consecuencias van más allá de la xenofobia propia del nazismo, es decir, destila una falta de respeto y compromiso con el Estado de Derecho, la Seguridad Jurídica y la Democracia.

Una sociedad que aplaude en su tv pública a un etarra asesino confeso no arrepentido es una sociedad enferma y que no entiende la dignidad inherente a todo ser humano por el hecho de serlo.

Preocupantes tiempos nos esperan, sabemos que la Historia no es cíclica puesto que siempre intervienen agentes nuevos y factores diferentes pero…..la Historia nos puede enseñar el inicio del camino.

Nada más que añadir.

A cuidarse, meus.

P

 

 

 

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Pablo G. Vázquez

Analista Investigador Derecho / Sociedad / Política / Economía

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