Lo recuerdo con mucho cariño. Fue mi profesor de latín y griego en el colegio, “el cubanito” le llamábamos (cubano casado con una orensana).
Cada vez que nos ponía un examen/control sorpresa siempre se arrancaba de la misma manera: “Señores, ahora toca…intercambio de impresionessssssssssss!”.
A mí me resultaban muy graciosas las explicaciones y gesticulaciones que seguían a esa ya famosa frase: “yo les someto a su consideración una serie de aspectos y uds, por escrito, y en fila de ocho, me dan su parecer personal”, nos decía mientras movía los brazos a diestro y siniestro y agachaba su cabeza para otearnos mejor, disfrutándose y recreándose en dicha “actuación”, que clavaba en cada una de sus varias representaciones.
A mí no me daba miedo oír esa frase, puesto que siempre se me dieron bien esas asignaturas y no me importaba o incomodaba hacer un examen; sin embargo, varios de mis compañeros (“compas”, que dirían hoy) en previsión del resultado del mismo, no dejaban de quejarse argumentando que aquello no era “un simple intercambio de impresiones”, era un examen obligatorio cuya nota puntuaba para la evaluación final de la asignatura en el curso. La verdad es que tenían razón.
No puedo dejar de recordar esa anécdota cada vez que buceo por Tuiter (Twitter). Efectivamente, de nada sirve que des una opinión argumentada si la misma no concuerda con el sentir de determinada parroquia digital, puesto que lo único que consigues es que estos destinatarios te “acribillen” y colmándote de epítetos tan bonitos tales como “fascista” o “hijo de puta”. Parece que las RRSS son cribas digitales y examinadores de “la buena Moral“, más que un espacio abierto de comunicación e información (P. Ladrón de Guevara vive!).
Tenían razón el surcoreano afincado en Alemania Han, en su obra “El enjambre”, mal que nos pese.
A cuidarse, meus.
PGV
