La nueva Cristianofobia. Ahora contra la Cruz.

La cristianofobia como programa de eliminación social del cristianismo.

(Prof Iñaki Piñuel).-Anteayer me preguntaba yo cuánto tiempo tardaría el Estado en prohibir los símbolos religiosos de los cristianos en el ámbito de lo público.
Menos de 48 horas después ha llegado la respuesta en forma de sentencia de un Juzgado Contencioso-administrativo de Valladolid.
Esta sentencia ordena la retirada de los símbolos religiosos de las aulas y espacios comunes de un colegio público. Esta es la primera sentencia en este sentido que se dicta en el país. Algo me dice que no será la ultima.

Para muchos cristianos la señal propia de su religión ha dejado de ser la cruz y ha pasado a ser la posición de perfil y su correlato cognitivo en forma de Pensamiento Unico Políticamente Correcto.Es lo que he denominado ya como La Dimisión Interior de los cristianos.

No se les puede reprochar a algunos que tengan prejuicios, ideas fijas, estereotipos o incluso miedo a la fe cristiana.
Algunas de estas personas son antiguas víctimas que han sufrido la victimización a manos de algunos cristianos, incluso en el nombre de Dios o del mismo cristianismo.

Sin embargo el problema de la Cristianofobia es algo muy distinto.

La cristianofobia consiste en «un prejuicio negativo y categórico hacia los cristianos, tanto individual como colectivamente, hacia el cristianismo por entero, o en contra de posiciones características de la fe cristiana».

Este prejuicio es una forma de intolerancia religiosa. Puede ser desde una simple actitud mental o emocional, o estereotipo, hasta una gama de conductas de discriminación activa o en casos extremos, de persecución contra los cristianos.

El término cristianofobia fue utilizado por primera vez por el jurisprudente judío Joseph Weiler, quien lo introdujo a instituciones internacionales en diciembre del 2004, como consecuencia del rechazo de Rocco Buttiglione como comisionado de la Unión Europea por ser este un católico practicante.

A raíz de este evento, emergió un consenso diplomático dirigido a detener el auge de la discriminación contra los cristianos en el continente. Estos diplomáticos han demandado que la ONU redacte nuevas medidas contra la Cristianofobia como lo ha hecho con la Islamofobia y el antisemitismo.

La Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos con sede en Ginebra habla ya conjuntamente del «antisemitismo, Islamofobia y cristianofobia» y el uso de este último término ha sido propuesto ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Cuando hablamos de Cristianofobia hablamos de una patología social tan extendida como poco denunciada. Algo propio de una sociedad enferma tal y como ha señalado hoy mismo el Cardenal Cañizaresen Toledo.
Como tal patología la cristianofobia se basa en una posición paranoide que pretende aniquilar de la vida pública, social e intelectual todo rastro de lo cristiano y de los cristianos, desde sus símbolos hasta sus memes.

De este modo la cristianofobia podría caracterizarse clínicamente como un «intenso e irracional miedo, aversión o discriminación contra el cristianismo, o contra los cristianos, acompañado de frecuentes reacciones de hostilidad y animadversión».

En una nueva edición de la más pura Cristianofobia, el laicismo campante plantea la imposición sobre una mayoría de creyentes que profesan en España la fe católica todo tipo de prejuicios, fobias o inquinas personales.

EL cristianismo es hoy el «Burro que recibe todos tipo de palos». Resulta barato y exento de riesgos sociales. Además garantiza a quien practica este tipo de hostigamiento una rápida promoción social, jaleada desde numerosos sectores.

Todo lo que pueda oler a cristiano es así anulado, cortocircuitado, perseguido y ninguneado.

Si alguien replica desde las filas de los creyentes, enseguida le tachan de retrógrado, carcamal, trabucaire o trasnochado hijo de todas las inquisiciones medievales.

Aquel que se atreve a dar público testimonio de su adhesión a la fe cristiana es objeto de todo tipo de campañas de acoso y derribo. Muerte civil contra el que promueva el mal ejemplo que otros podrían replicar.

El programa que algunos han planificado no solo consiste en conseguir que la sociedad menosprecie el catolicismo y a la Iglesia.

Se trata además de que los mismos cristianos acepten su condición de minoría y de que terminen por avergonzarse de ser lo que son, con vistas a que poco a poco renuncien a defender su fe.

La nueva persecución contra Cristo y los cristianos no está en el coliseo entre fieras. La nueva cristianofobia a la moda se encarga de ese sucio trabajo.

Extiende socialmente una pedagogía del desprecio y la humillación que persigue marginar a los creyentes, desacreditar el catolicismo, y descalificar a la Iglesia, presentándola como un grupo de gentes fuera de su tiempo queconspiran contra «la alegría y las ganas de pasarlo bien propias de la juventud».

Cada vez que se trata del tema en los medios o en la televisión se presenta el cristianismo como algo propio de beatas matriculadas rancias, de «sotanosaurios» hipócritas o de jovenzuelos más o menos histéricos o neuróticos manipulados emocionalmente en plena pubertad desinformada.

Las técnicas de intimidación, ridiculización, humillación y marginación de todo lo cristiano adoptan la cuidadísima forma de lo políticamente correcto y de la tolerancia.

Es paradójico como supuestamente en nombre de la tolerancia los cristianos no pueden manifestar públicamente sus creencias o exhibir sus símbolos más queridos y característicos. En este caso le toca a la cruz. Pero en mi opinión veremos pronto llegar la misma persecución contra los símbolos navideños, las procesiones de Semana Santa, los nombres de Santos y Santas que lucen las calles de las ciudades etc.

Todo en nombre del Pensamiento Unico Políticamente Correcto.

Cualquiera puede manifestar públicamente las más variopintas creencias, ideologías y hasta opciones afectivas o emocionales. No así los cristianos. Si los cristianos salen a manifestarse a favor de la famiia, de la la vida, o del matrimonio, una ralea furibunda sale enseguida a «ponerlos a caldo» porque no es algo políticamente correcto ni tolerante para con el medio ambiente social.

El cristiano solo puede reconocerse en la sacristía, al templo o en sus devociones privadas.Lo publico solo puede ser laicista. Lo religioso debe permanecer oculto en lo privado.

La «sensibilidad» en la Educación.

El problema comienza cuando la supuestasensibilidad de algunos coarta la libertad de la mayoría.

Esta aparente sensibilidad propia de «sensibleras doncellas, heridas en sus profundas intimidades filosófico-ideológicas», oculta en realidad el proyecto de acabar con el impacto social del cristianismo a cualquier nivel.

El programa cristianófobo persigue básicamente 3 finalidades:

1) Marginar a los cristianos. Busca hacer admitir a la opinión pública como si se tratara de una evidencia el carácter minoritario de la fe católica. Pretende presentar el cristianismo como una elección de vida excepcional, los restos anacrónicos de un modo de vida acientífico propio de la superchería, la nigromancia o la incultura.

2) Desacreditar el cristianismo, su doctrina, su historia y su moral dentro del marco de una campaña de desinformación y distorsión organizada que no tiene parangón.

3) Descalificar a la jerarquía de la Iglesia. Se trata de descabezar a los líderes de opinión e interlocutores más eminentes, haciéndolos pasar ante la opinión pública por un atajo de retrógrados, iluminados, seniles y casposos jerarcas a los que nadie debe hacer caso, ni siquiera los propios cristianos, a los que se quiere además presentar como desafectos a ella.

Sin embargo, Constitución Española garantiza que «los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española» y «garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley».

¿Resulta molesto o peligroso para el órden público el humilde crucifijo de la pared en la que cuelga, a tal extremo que haya que sacarlo escoltado por la guardia civil? ¿No es el crucifijo, tal y como se ha reconocido en Italia, algo más que un mero símbolo religioso que representa al marco filosófico humanista propio de nuestra sociedad europea?

En una sociedad democrática regida por las mayorías, ¿No debería ser la cuestión fundamental conocer la opinión de la mayoría de los padres y de los los niños del colegio público de Valladolid en cuestión?

La «libertad de conciencia» y a la «higiene democrática» a la que aluden algunos es la de respetar los sentimientos y los deseos de la mayoría, no de la minoría. Y cuando se habla de «respetar los deseos» es primordial el respeto de los deseos de los padres respecto a la Educación de sus hijos.

La cómoda postura mantenida por la Junta de Castilla y León en relación a la presencia de símbolos religiosos, elude la cuestión de fondo que no es sino la de intentar conocer cuál es la posición de los padres de esa Comunidad autónoma en esta materia y si desean o no que se mantengan esos símbolos en las aulas.

En las naciones democráticas se somete a referendum estas y otras cuestiones relevantes. Aqui nuestra élite intelectual no quiere ni oir hablar de ello, erigiéndose ella misma en intérprete única de lo que es o no es políticamente correcto.

No debería imponérseles a los padres la educación forzosa de sus hijos en ideologías o en opciones filosóficas que no son acordes con sus creencias.

En la polémica de los crucifijos, cabe establecer la misma posición que en relación la aporía alcanzada con la infausta asignatura de «Educación para la ciudadanía«.

La indoctrinación continuada desde el Estado en materias que no son propias de un curriculum mínimamente normalizado con el de otros paises de Europa es algo muy grave. Es algo mucho más grave y de enorme calado y repercusión social.

Al final resulta que no solo se trata de retirar el crucifijo de las aulas como mero símbolo sino sobre todo de cambiar a la sociedad desde abajo y poco a poco a través de una fina, suave y persistente indoctrinación ideológica de los niños llamada Educación para la Ciudadanía.

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