El examen preuniversitario francés, creado por Napoleón, cumple 200 años

(PD).- Dos siglos después de su creación por Napoleón para preparar a las futuras elites de Francia, el examen del «baccalauréat» (selectividad) se ha democratizado, pero, pese a las críticas, sigue siendo una institución.
Si se mantiene la tendencia de los últimos años, unos 700.000 alumnos se presentarán en el 2008 a esta prueba preuniversitaria y más del ochenta por ciento la superará.

El año pasado, 621.532 candidatos hicieron el examen en alguno de los más de 4.000 centros repartidos por todo territorio francés.
Sus ejercicios, cuatro millones de copias en total, fueron corregidas por 130.000 profesores.

Según subraya hoy «Le Figaro», el coste anual de estas pruebas oscila entre 200 y 280 millones de euros.

En 1808 tan solo 31 candidatos «bachilleres», todos ellos varones, se presentaron a este examen, entonces oral, desarrollado parcialmente en latín. En 1830 contó con varios miles de candidatos, de los que 3.000 aprobaron.

Hubo que esperar a 1861 para que una mujer obtuviese el derecho a poder optar a él.

En 1880, el 1 por ciento del alumnado preuniversitario se presentó a la prueba y en 1936 el 2,7 por ciento.

La cifra no dejó de aumentar hasta alcanzar el 63 por ciento por clase en 1995, fecha en la que este índice se estabilizó.

Queda lejos aún, sin embargo, el objetivo gubernamental de conseguir que el ochenta por ciento de los estudiantes franceses se presenten a la prueba.
Hoy este examen de primer grado universitario se divide en tres ramas, general, científico y profesional, tantas como las opciones que tienen los alumnos en el Liceo.

Cada uno de ellas, a su vez, se subdivide en series, como la científica, la literaria, la económica y social o la tecnológica e industrial, y el candidato debe enfrentarse a una decena de pruebas obligatorias, escritas y orales, y a otras facultativas.

En 2006, de cada 100 estudiantes que se presentaron al examen, 54 lo hicieron a la prueba «general», 27 a la «tecnológica» y 19 a la «profesional» y el 82,1 por ciento del total aprobó.

Aunque las pruebas de selectividad y las del «baccalauréat» no son idénticas, desde el 1 de junio de 2007 los estudiantes franceses y españoles que las superan pueden acceder a las universidades de ambos países indistintamente.

La principal diferencia radica en que en Francia, como en Irlanda, sólo se evalúa a los alumnos en función del resultado del «bac», mientras que en otros países, como España o Suecia, la nota para acceder a la universidad proviene tanto de un examen selectivo como de los resultados de los últimos años de enseñanza media.

Estrategia que sí practican en Francia las llamadas «grandes escuelas», públicas y privadas, que cuentan con métodos de selección propios y que ocupan un lugar primordial en la educación superior francesa.

Centros como la Escuela Politécnica, la Escuela de Minas, la Escuela Normal Superior o el Instituto de Ciencias Políticas no solo tienen en cuenta el currículum académico de los estudiantes, sino que someten a sus candidatos a diferentes exámenes de acceso que ellas mismas elaboran.

Antes de presentarse a ellos, los aspirantes preparan durante dos o tres años estas pruebas específicas en las Clases Preparatorias, las famosas «prepa», previa aceptación de su dossier por el director del establecimiento elegido.

Aprobar el «baccalauréat» hoy garantiza pues el acceso a la universidad, pero no a las «grandes escuelas», donde se forma la elite del país.

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