La teoría del pesebre

La teoría del pesebre

En tiempos de Felipe González se puso de moda hablar de pesebre para referirse al conjunto creciente de ciudadanos que vivían del presupuesto. Pensábamos entonces que sólo se trataba de un sarpullido que le había salido a la democracia española como consecuencia de muchos años de intervencionismo franquista, de una especie de sarampión juvenil que se curaría con la madurez política.

Afirma Fernando Fernández en ABC que el Estado de las Autonomías y sobre todo el Gobierno Zapatero nos han hecho despertar de nuestra ingenuidad.

No hay ejecutivo autonómico que no haya creado una clase empresarial propia, crecida al amparo de las subvenciones estratégicas para salvar nuestra forma de vida y engrasadas con la liquidez procedente de las Cajas de Ahorros. De ahí los problemas para liquidar Caja Castilla-La Mancha y subastar sus activos.

Pero ha sido este gobierno socialista el que ha elevado el concepto a axioma de teoría política. Deben ser los viajes de la vicepresidenta De la Vega, la experiencia consolidada de Chaves en Andalucía o las clases de economía sostenible recibidas por el presidente Zapatero, pero ya tenemos algo que aportar internacionalmente.

España, gracias a este gobierno tan clarividente, dejará de ser conocida en el mundo por la Leyenda Negra y la Inquisición y pasará a la historia por haber refinado y sofisticado el clientelismo político hasta límites más propios de sus maestros, los caudillos latinoamericanos cuya amistad cultivamos con esmero.

Convocar Consejo de Ministros extraordinario a mitad de agosto para aprobar un proyecto de ley con nombre y apellidos, La Sexta de pago, no se le había ocurrido a nadie todavía. Justificarlo como política industrial es ya un ejercicio de tesis doctoral.

Pero argumentar su urgencia sin presentar la cuenta de resultados de la compañía como único aval es más propio de aquellas trincas en las desaparecidas oposiciones a cátedras. Y hacerlo mientras se entretiene a la oposición con detenciones televisadas en tiempo real es de premio Nobel.

Estos chicos no sabrán qué hacer con la economía española ni con el Estado de la Autonomías, pero como maestros del pesebre no deben temer ni al mismísimo Chávez.
Cierto, la ciencia debe huir de las generalizaciones basadas en un solo caso, pero es que hay ejemplos como para una pandemia. Les cuento otros dos que están al caer.

Fomento se propone aumentar el límite de velocidad en las autopistas a 140 km/h, pero sólo en las de peaje. O se construye mal cuando son gratis o las consideraciones clasistas son evidentes.

Lo que le habríamos oído al ministro Blanco de habérsele ocurrido a la derecha -los ricos tienen derecho a ir más deprisa y llegar antes porque la Bolsa no puede esperar a arruinarnos a todos-.

Supone una flagrante contradicción con la política oficial de Tráfico que ha criminalizado la velocidad hasta límites contrarios a toda evidencia empírica -ahí está el caso de Alemania y el hecho de que los accidentes mortales se dan mayoritariamente en trayectos cortos en carreteras secundarias-.

Pero es muy hábil como teoría del pesebre. Las constructoras y los fabricantes de coches estarán encantados y así el Ministerio podrá sacar adelante sus radiales de peaje que en las condiciones financieras y de demanda actuales, despertaba un interés perfectamente descriptible.

Industria se propone adelantar la subasta de frecuencias que deja libre la televisión analógica. Se interpreta como muestra de las necesidades de caja del Tesoro público, que también. Pero no descuidemos su aspecto pesebre. Ahí tenemos otro negocio a repartir entre amiguetes.

Si se atrevieron a distribuir entre sus fieles dos canales de televisión nada más llegar al poder cuando todavía no habían viajado por el mundo ni aprendido buenas prácticas, qué no harán ahora que han descubierto que la sociedad civil es débil y legión los candidatos a un buen negocio.

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