La UE deja en evidencia a Zapatero y anticipa la recesión en España

(PD).- Aún no había terminado el debate en el Congreso sobre la delicada situación económica que atraviesa España, con un presidente del Gobierno que se resistía a hablar de crisis, aseguraba que no iba a anunciar nuevas medidas porque «no tiene sentido» y mantenía una previsión de crecimiento optimista, cuando un jarro de agua fría cayó directamente sobre el banco azul del Gobierno, procedente de Bruselas.

«El PIB podría crecer en torno al 1,6 por ciento de promedio en 2008 y el 1 por ciento en 2009», acababa de proclamar José Luis Rodríguez Zapatero, y unos instantes después un despacho de agencia pasaba de escaño en escaño: «La Comisión europea cree que España entrará en recesión en el segundo semestre».

Como subraya Mariano Calleja en ABC, la CE vaticina un crecimiento en España del 1,4 por ciento. Otra revisión a la baja, y la sensación en el hemiciclo de que la realidad supera al presidente del Gobierno, que volvía a equivocarse en sus previsiones nada más decirlas.

Zapatero había pedido su comparecencia en el Congreso para informar de la situación económica y del desempleo. Lo más sorprendente fue que no anunció ninguna medida nueva, pese a reconocer que, desde su anterior comparecencia, el 2 de julio, se ha agravado «el escenario serio y preocupante».

«No esperen una nueva batería de anuncios o propuestas. No tiene sentido improvisar o aprobar todos los días nuevas iniciativas», aseguró con una tranquilidad pasmosa.
La soledad del Gobierno
Como mucho, puso sobre la mesa dos propuestas para impulsar el sector inmobiliario, que supieron claramente a poco al conjunto de la oposición. Zapatero repitió su discurso de dos meses antes.

Y volvió a comprobar lo solo que está, con todos los grupos de la oposición en su contra -algo inédito la anterior legislatura- y lo difícil que va a tener la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de 2009, ya a la vuelta de la esquina.

El jefe del Ejecutivo se negó a pronunciar la palabra «crisis», prefiere hablar de «frenazo» o «estancamiento», lo que a estas alturas parece ya una obcecación personal.

En todo caso, achacó todos los problemas a la situación financiera internacional y situó su origen en Estados Unidos y la crisis de las hipotecas «subprime» del verano de 2007.

«Recuperar la confianza internacional de los mercados financieros será decisivo para la recuperación económica. No es cierto que haya una circunstancia española que explique el estancamiento», insistió.

Su primera intervención sonó a viejo. Algo ya vivido y escuchado. Se propone, básicamente, garantizar las prestaciones de desempleo a los centenares de miles de personas que se van sumando al paro, mantener el gasto social, utilizar la subida de pensiones como arma ofensiva contra el PP y esperar a que se reanime el mercado internacional, para que España vaya detrás y vuelva a tener un crecimiento en torno al tres por ciento. «Nos esperan trimestres duros y complicados», advirtió.

Y como dato positivo recordó que la inflación estará por debajo del 4 por ciento al final de año, gracias a la bajada del petróleo, ante lo que el Gobierno, dijo, tampoco puede hacer nada. Así que sólo queda esperar, cruzar los dedos y mirar a Estados Unidos.
Con este panorama, Rajoy preguntó en voz alta lo que algunos decían por lo bajo: «¿A qué ha venido hoy usted aquí?». Una pregunta que le sentó especialmente mal a Zapatero. «A transmitir confianza y a dar la cara, lo que usted no hace», replicó.

Rajoy cree que España es el país de Europa más afectado por la crisis, donde más rápidamente se destruye empleo y donde más acusado es el derrumbe de la economía.

Por tanto, no le vale la teoría de que toda la culpa es del contexto internacional, y que poco se puede hacer. Reprochó a Zapatero que haya dejado que las cosas «se pusieran peor sin mover una pestaña». «Su mayor error fue pensar que le bastará tres gesticulaciones y cuatro promesas para ganar tiempo esperando que escampe», advirtió.

La conclusión del líder del PP es que Zapatero forma ya parte del problema, y si no rectifica, sólo conseguirá que la crisis sea más fuerte. Por tanto, le pidió que «deje de ser parte del problema». ¿Una versión renovada del «váyase, señor González»? Algunos en su grupo lo interpretaron así.

Lo siguiente fue una cascada de críticas al presidente del Gobierno por su actuación ante la crisis. Uno detrás de otro, Josep Antoni Duran i Lleida (CiU), Josu Erkoreka (PNV), Joan Ridao (ERC), Joan Herrera (ICV), Ana Oramas (Coalición Canaria), Francisco Jorquera (BNG), Rosa Díez (UPyD) y Uxue Barkos (Na-Bai) marcaron distancias con Zapatero, que sólo encontró aliento en el portavoz socialista, José Antonio Alonso.
Quedó demostrado una vez más que el inquilino de la Moncloa no recibe bien las críticas. Ni una. Replicó todas, y fueron decenas, por muy superficiales o frívolas que parecieran, sin ceder ni un milímetro ante ninguna de ellas.

Es cierto que Zapatero recibió un aluvión de reproches, pero también lo es que él no se dedicó a hacer amigos, sin abstenerse, incluso, de recurrir al insulto, como cuando tachó de «mendaz y cobarde» un argumento utilizado por el portavoz nacionalista vasco, por decir que había «engañado» al ocultar la realidad de la crisis, primero en campaña y luego durante meses.

Sólo se mostró más amable, por llamarlo de alguna manera, con el portavoz de CiU, de quien alabó que era el único que había presentado «iniciativas y propuestas», y rebajó claramente su tono ofensivo.

Contra Rajoy y Díez
Pero Zapatero se empleó a fondo especialmente con dos portavoces: Mariano Rajoy y Rosa Díez, ante quien el jefe del Ejecutivo roza la falta de respeto personal en sus alusiones parlamentarias. Contra el presidente del PP arremetió sin contemplaciones, como si los populares estuvieran en el Gobierno y él en la oposición y pidiera cuentas a su presidente.

Atacó al líder del PP por su «desgana» en el debate y por su falta de «coherencia, rigor y seriedad». Y utilizó de nuevo la política social, en concreto las pensiones, como arma para tratar de hacer daño al PP: «El señor Rajoy no ha entrado en política social, cosa que tampoco es infrecuente; en esto sí ha sido coherente en su trayectoria».

También le acusó de tener «desfachatez» por decir que Zapatero «no sabe qué hacer cuando no tiene dinero para repartir».

«O sea, que lo de ustedes es por España y lo nuestro es por repartir dinero», contestó el presidente del Gobierno, que se mostró hábil y con los reflejos en plena forma a la hora de responder a toda la oposición.

A Rajoy, que dispuso de 30 minutos para hablar, frente a las 2.30 horas de Zapatero, sólo le quedó recordarle que «con insultos a la oposición no se crean puestos de trabajo, sino que se genera desconfianza».

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