El nivel del río está tan bajo que cada día se discute si las lanchas que bajan desde Iquitos podrán llegar acá o quedarán varadas. Por eso no salimos este mes, y también porque toca fiesta patronal y por tanto chamba en Islandia. Eso es una castaña, y al mismo tiempo permite estar más aquí, aburrirse como ostra y agarrarle el gustillo a estas cuatro casas sobre puentes, que ofrece los detalles chiquitos y primorosos de cualquier pueblo pequeño.
Al entrar en la iglesia se ven varios montones de maletas. En los bancos, personas con aspecto de transeúntes, unos sentados, algunos dormitando. Hay carteles por todas partes con frases entrecomilladas, fotos del Papa Francisco y posters, como un collage superpuesto al viejo retablo neoclásico. Las grietas de la mampostería y la vejez de la pintura contrastan con los focos halógenos y las pruebas de sonido que un guitarrista y un bajista están realizando cuando entramos. La banda sonora de San Antón es "Every breathe you take".
Hablando de Adolfo, alguien me hizo alguna vez este comentario: “De todo sus compañeros de estudios, el que menos podría haberse pensado ni remotamente que llegaría a ser obispo, ese es él”. Jaja, me hizo risa y se la haría a cualquiera que conozca a Adolfo Zon y, como yo, no se haya desprendido del todo del esquema clásico de cómo deberían ser los obispos.
En la Amazonía nos encontramos en estado sinodal, aunque a veces no lo parezca. Los compañeros agustinos Manolo y Miguel me decían un día en Iquitos que no se nota, “es como si no hubiera sínodo”; pero yo más bien creo que, si no nos espabilamos, el sínodo va a ser algo meramente publicitario, compuesto por fotos impactantes de indígenas con plumas, bonitas declaraciones de los protagonistas en páginas de internet y poco más. Por eso me interesa el trabajo con la base, y el encuentro de animadores del fin de semana pasado fue una magnífica oportunidad.
Sábado, 16 de febrero