Desde el Atlántico

Carlos Ruiz

Benedicto XVI, el último europeo

La elección del Papa Francisco ha sido una conmoción. El primer Papa jesuita, el primer Papa americano. Pero puede que estemos ante algo que va mucho más allá de la Geopolítica. Quizá esta elección, seguida del brillantísimo papado de Benedicto XVI, constituye un momento de inflexión en la historia de la humanidad. No parece descabellado pensar que estamos ante el fin de Europa. Igual que el brillante Papado de San León Magno prácticamente selló el fin del imperio romano de Occidenta, ahora el no menos brillantísimo Papado de Benedicto XVI puede que haya sellado el definitivo fin de Europa.

Son varias las reflexiones que se han hecho sobre la elección del Papa Francisco en clave geopolítica. No parecen desacertadas.

Pero creo, y no soy el único, que este cambio va más allá. Estamos ante un cambio de dimensiones históricas. Y ese cambio se resume de forma muy simple: estamos ante el fin de Europa.

Un agudo e inteligente comentarista sobre temas religioso, Juanjo Romero, escribió estas palabras el 6 de octubre de 2008, hace cuatro años y medio:

A veces veo en éste Papa una especie de San León Magno, un Papa que se duele por el fin de una civilización. A san León la gente lo identifica por las películas de Atila, pero es mucho más. Él se consideraba un ciudadano romano, quería a Roma y su cultura, y observa como se estaba descomponiendo, hasta el punto de que le toca ejercer de interlocutor de la «civilización romana» frente a los dos grandes invasores del momento: Atila por el Norte y Genserico por el Sur; y también atajar las divisiones eclesiales internas con el Concilio de Calcedonia. El resto de la sociedad —la política, la militar, la económica— está demasiado ocupada mirándose el ombligo. Y sin embargo ‘vio’ que el cristianismo no era el Imperio Romano, que comenzaba otra época. Se me podrá reprochar la exageración, pero no que el paralelismo sea disparatado. En definitiva cristianismo no es la civilización occidental, ni siquiera la civilización cristiana, o al revés.

Estremece volver a leer estas palabras ahora, tras la elección por primera vez de un Papa americano (no «no europeo»*).
Tras la renuncia de Benedicto XVI se sugirieron algunos candidatos con posibilidades, prácticamente todos ellos, italianos. Italianos que, guste o no guste, aparecen identificados con el «sistema curial» que, no parece ser un secreto, hizo la vida imposible a Benedicto XVI, un gigante del pensamiento y el protagonista del mayor intento de restauración de la Iglesia quizás desde San Pío V (1566-1572).
Resulta patético leer noticias como éstas:
– «Italia reacciona entre la “sorpresa” y la “traición” de algunos cardenales a Angelo Scola»
– «El Papa argentino y el error italiano»

Benedicto XVI ha sido la última oportunidad para Europa. Una oportunidad que Europa, suicida, ha despreciado.
Creo que quizá no sea exagerado decir que Benedicto XVI ha sido el último europeo. Será difícil que surja un nuevo Papa con su conocimiento de las raíces culturales de Europa, del latín, del griego, de la Filosofía griega y medieval, de la Teología de los Padres de la Iglesia, de la música gestada en Europa, del arte en general que Europa ha dado a la civilización.
Ese Papa gigantesco, Benedicto XVI, ha protagonizado el intento más serio de purificar la Iglesia católica desde San Pío V. Su combate contra los abusos sexuales del clero, su empeño en limpiar las finanzas vaticanas, su denuedo en volver a reunificar el Cristianismo… se toparon no sólo con la hostilidad externa, sino también con resistencias internas. Pero entre San Pío V y Benedicto XVI hay una diferencia: el primero contó con la eficacísima y leal colaboración del entonces arzobispo de Milán, mientras ahora se pretendía sustituir a Benedicto por el arzobispo de Milán.
Benedicto XVI no sólo buscaba restaurar la Iglesia. Buscaba restaurar Europa asentándola sobre un firme fundamento. Su racionalismo «fundamentado», fundamentado de forma inmediata en la REALIDAD y el ARTE. La realidad, naturaleza para la Filosofía, Creación para la Teología era el terreno que poder facilitar un diálogo entre la filosofía y la religión. El de Benedicto ha sido el más formidable esfuerzo de combatir el racionalismo nihilista que conduce inexorablemente al fin, decadente, de Europa.
Benedicto XVI quería dialogar. Estaba OFRECIENDO razones. Y se ha encontrado con que sus interlocutores, los hombres de pensamiento, adheridos al racionalismo nihilistale han despreciado con sólo algunas brillantes excepciones.

Europa ha dado la espalda a Benedicto XVI.
Y lo peor de Europa, tras haber combatido, incluso dentro de la Iglesia, a Benedicto, quería ahora retomar el poder en la Iglesia.
Pero ya es imposible.
¡¡Qué falta de perspectiva!!

Benedicto XVI ha sido el último europeo.
Lloremos por el fin de Europa, aunque reconozcamos que no ha podido tener final más brillante.

NOTA (*)
A pesar de que a veces se ha dicho que es la primera vez que se elige un Papa «no europeo» esto no es cierto. Fueron varios los Papas de origen africano o asiático. La última vez que se eligió a un Papa no europeo fue al sirio San Gregorio III (731-741).
Aun cuando se pretenda considerar sinónimos «Europa» y «Roma», estamos hablando de un momento en que no sólo había desaparecido el Imperio romano de occidente casi tres siglos antes, sino que incluso Siria ya había sido invadida por los musulmanes.

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Autor

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental Universidad de Santiago de Compostela

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional
Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental
Universidad de Santiago de Compostela

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