Desde el Atlántico

Carlos Ruiz

Sahara Occidental: Justicia incompleta

No se ha hecho justicia con el Sahara Occidental. Quien lo dice no es un cualquiera. Quien lo dice ha sido antiguo representante especial de la ONU para el Sahara Occidental y Asesor del Secretario General de la ONU para el mantenimiento de la paz. Ahora es asesor principal del Instituto de Estudios Políticos Internacionales de Milán. Su nombre es Francesco Bastagli.

JUSTICIA INCOMPLETA

Por Francesco Bastagli (*)
“Come stai…? Tutto bene…?” Estas eran las palabras de entrada del Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, desde los primeros días de nuestra relación profesional. Yo le había oído usar el saludo muchas veces mientras subía en el escalafón, recurriendo a él cuando se encontraba con un colega italiano (como yo). Sin embargo, esas palabras nunca llegaron a sonar cálidas en mi corazón. Caminando alrededor de su escritorio, Kofi sonrió, extendiendo la mano hacia el sofá de cuero negro. Fue a principios de septiembre de 2006. Tanto Annan como yo estábamos a punto de abandonar las Naciones Unidas por las buenas. Él se iba después de dos períodos en el cargo. Yo acababa de renunciar, en protesta, desde mi puesto como su representante especial en el Sáhara Occidental. Haciendo añicos cuanto pudiera quedar de esperanza, nuestra última conversación resultó ser emblemática en cuanto a la vaguedad y ambigüedades que caracterizan a la ONU en su compromiso con la última colonia de África. Desde entonces, he sido testigo de cómo la organización y sus líderes continúan perpetuando una grave injusticia en el Sáhara Occidental, en contra de sus propias promesas y obligaciones.

Con la mitad del tamaño de Francia, el Sáhara Occidental se encuentra en la costa atlántica de África, entre Marruecos y Mauritania. Una tierra desértica, ha estado habitada desde tiempos inmemoriales por tribus nómadas árabo-bereberes. Desde mediados de los años 60, las Naciones Unidas han emitido un asombroso número de resoluciones favorables al derecho inalienable de los saharauis a la autodeterminación en virtud de la Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, cuando España se retiró de lo que era entonces el Sahara español en 1976, fracasó en la organización de un referéndum para que sus habitantes pudieran elegir su futuro status. Y el territorio fue tragado muy pronto por un nuevo colonizador: el rey Hassan II de Marruecos.


Al invadir el Sáhara Occidental, el rey persiguió una antigua vision de un Marruecos más grande en busca de acceso a recursos naturales. Lanzó la llamada «Marcha Verde» de unos 350.000 marroquíes que cruzaron la frontera sin oposición por parte del ejército español. La operación militar posterior fue brutal. Bajo los bombardeos por la aviación marroquí, decenas de miles de saharauis comenzaron a huir de las pocas zonas urbanas hacia el interior del desierto. Marruecos inició un programa de asentamientos no muy distinto del de Israel en Gaza y Cisjordania después de la Guerra de los Seis Días. Así empezo una guerra sangrienta en el desierto entre el ocupante y el Frente Polisario, el movimiento independentista saharaui. Hasta 1991 las dos partes no acordaron un alto el fuego que debería ser seguido, en el plazo de nueve meses, por un referéndum de autodeterminación, facilitado por las Naciones Unidas. Sin embargo, debido a la resistencia de Marruecos con el apoyo de poderosos aliados como Francia y los Estados Unidos, el referéndum nunca tuvo lugar.

El precio de la inacción ha sido alto. Marruecos ha construido un muro de 2.500 km. de largo, que corta todo el territorio del Sáhara Occidental por la mitad. Una vista asombrosa, la berma separa el territorio bajo control marroquí, en la costa atlántica, de una zona fronteriza con Mauritania y Argelia, donde los combatientes del Frente POLISARIO vagan. Más de 120.000 refugiados que huyeron de la invasión viven una existencia miserable en cinco campamentos dispersos por un rincón imposible del desierto argelino. En el lado occidental de la brecha, los saharauis experimentan el punto débil de lo que el Occidente gusta de describir como un régimen marroquí benevolente. Las libertades de movimiento, expresión y reunión, se les niegan; la discriminación, las detenciones arbitrarias y las palizas están al orden del día. Amnistía Internacional, Human Rights Watch y el Centro Robert F. Kennedy para la Justicia han condenado en repetidas ocasiones las violaciones de derechos humanos por Marruecos.

Haciendo caso omiso de las normas internacionales sobre la explotación de recursos naturales en un territorio bajo ocupación, Marruecos también ha estado vendiendo las riquezas del Sáhara Occidental. Estas riquezas van desde el valioso fosfato hasta la arena del desierto, enviada en un flujo constante a las costas de las playas europeas. En un acuerdo muy rentable, Marruecos también ha concedido a las flotas de la Unión Europea acceso a las zonas de pesca del Sáhara Occidental, entre las más ricas del mundo. Y el petróleo pronto puede ser una gratificación adicional para el ocupante.

Lo que comenzó hace medio siglo como un simple caso de descolonización, se ha convertido en un laberinto político. La cuestión básica, sin embargo, es simple. El Frente Polisario busca un referéndum con tres opciones: la integración con Marruecos, la autonomía bajo el dominio marroquí o la independencia. Esta fue la esencia de un plan formulado en 2003 por el ex secretario de estado de EE.UU., James Baker, que entonces era el enviado del Secretario General para el Sáhara Occidental. La propuesta de Baker fue apoyada por unanimidad por el Consejo de Seguridad y aceptada por el Polisario. Sin embargo, en abril de 2004, Marruecos declaró que no estaba de acuerdo con cualquier fórmula que incluyera la independencia del Sáhara Occidental como un posible resultado. Los miembros del Consejo de Seguridad no reaccionaron ante este rechazo. Poco ha sucedido desde entonces, y Rabat sólo ha ofrecido conceder a los saharauis algún tipo de mal definida autonomía bajo soberanía marroquí.

No puede sostenerse de forma creíble que la opción de la independencia deba excluirse a priori en la autodeterminación post-colonial. Sin embargo, a lo largo de los años, patrones poderosos de Marruecos han antepuesto la conveniencia política a la legalidad internacional. Francia es tan incondicional en su apoyo a Marruecos como para bloquear cualquier referencia a los derechos humanos saharauis en las resoluciones del Cosejo de Seguridad. Otros miembros del Consejo oscilan entre la indiferencia y la colusión. Hillary Clinton, Secretaria de Estado de EE.UU, una vieja amiga de Marruecos, hasta el momento ha destrozado las esperanzas saharauis, a pesar de representar a la supuestamente honrada administración de Obama.

Los sucesivos secretarios generales han aprendido de sus amos gubernamentales. Averigüé esto de primera mano cuando actué como representante de Kofi Annan en el periodo comprendido entre 2005 y 2006. Después de la sangrienta represión de las manifestaciones en las calles de El Aaiún, capital del Sáhara Occidental, en diciembre de 2005, el entonces jefe del departamento de mantenimiento de la paz de la ONU ignoró mi recomendación para expresar a las autoridades marroquíes la preocupación de las Naciones Unidas. Cuando se ponían en marcha las negociaciones de los acuerdos de pesca UE-Marruecos, la ONU decidió no instar a Europa a evitar un acuerdo ilegal que violase ante las narices de la ONU un dictamen del mismo Asesor Legal de la Organizacion de las Naciones Unidas. La Carta de la ONU establece que, en espera de la autodeterminación, la comunidad internacional debe proteger los derechos de los habitantes de los territorios no autónomos. Ellos deben recibir prioritariamente asistencia económica y ser ayudados a desarrollar las instituciones políticas. Incluí una propuesta en este sentido en el proyecto de un informe que sería presentado por Kofi Annan al Consejo de Seguridad en el otoño de 2006, sólo para verla retirada del texto justo antes de su publicación.

Después de renunciar a mi puesto, vi al nuevo Secretario General, Ban Ki-moon, tomar una línea aún más oportunista. Su último informe al Consejo de Seguridad, publicado en abril de 2010, era tan sesgado que llevó al Presidente del POLISARIO Mohamed Abdelaziz a cuestionar abiertamente la imparcialidad del Secretario General.



En los últimos meses, la tensión ha ido creciendo de nuevo en el territorio ocupado y en los campamentos de refugiados, un recordatorio de que el abandono no es la solución para el Sáhara Occidental. De hecho, el estatuto del Sáhara Occidental ha sido una manzana de la discordia de tal entidad entre Argelia y Marruecos (enemigos durante la Guerra Fría que todavía compiten por la influencia sobre el territorio) que, hasta que el problema se resuelva, las relaciones diplomáticas se mantendrán congeladas, y no habrá cooperación de inteligencia para derrotar a la versión local de Al Qaeda. Así, mediante el cumplimiento de sus obligaciones con el pueblo saharaui, la comunidad internacional pondria en práctica su a menudo vacía retórica sobre la prevención de conflictos. Y lo que es más importante aún, los líderes de la ONU pondrían remedio a una injusticia histórica que perjudica tanto a ellos como a la organización.

(*) Francesco Bastagli fue representante especial de Naciones Unidas para el Sahara Occidental y Asesor del Secretario General de la ONU para el mantenimiento de la paz. Ahora es asesor principal del Instituto de Estudios Políticos Internacionales de Milán

NOTA:
El artículo original, «Justice undone» fue publicado en The New Republic el día 21 de septiembre de 2010.
La traducción española, de Fernando Gómez, corregida por el autor F. Bastagli y revisada por mí, se publicó el 1 de octubre de 2010 en la página web de Asociación para el Referéndum en el Sahara Occidental (ARSO).

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Autor

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental Universidad de Santiago de Compostela

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional
Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental
Universidad de Santiago de Compostela

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