Desde el Atlántico

Carlos Ruiz

12 de octubre: crisis nacional, crisis de la Hispanidad

Se celebra hoy, 12 de octubre, el día de la Fiesta Nacional de España y de otros países hispánicos, así como el día de la Hispanidad. ¿Se celebra de verdad? Más bien, parece que estamos asistiendo ante una grave crisis nacional y, por extensión, ante una profunda crisis de la Hispanidad.

I. 12 de octubre, Crisis nacional
Creo que constituye un indudable acierto calificar el 12 de octubre como Fiesta Nacional. Y lo es porque es la celebración de una empresa colectiva exitosa, de trascendencia universal y que engrandeció la relevancia exterior de España.
Pero ahora, asistimos a una extraña forma de celebrar el día nacional de España.
No hay, en NINGÚN discurso oficial ni la más mínima, no ya reivindicación, sino ni siquiera referencia, a las glorias del pasado que nos han permitido alcanzar un lugar en la historia universal.
El discurso oficial es totalmente nihilista. Si uno lee o escucha las declaraciones oficiales no sabrá ni siquiera por qué el 12 de octubre es la fiesta nacional.
Todo esto es fruto de un doble complejo de efectos letales.
– Por un lado, el complejo de inferioridad de la izquierda.
La izquierda, que en España se ha definido de forma primaria por su anticristianismo, padece un insuperable complejo de inferioridad frente a lo que considera como obra de la «derecha». Desde esta perspectiva demencial la izquierda española considera que los Reyes Católicos son «de derechas».
En la historia de España son mínimas las aportaciones de lo que la izquierda considera como «izquierda» en nuestra historia. Ante esa situación, la izquierda actual, que cínicamente habla de «memoria histórica» se dedica a borrar sistemáticamente la verdadera historia de España para no reconocer la inferioridad de las aportaciones de lo que ella misma considera como «de izquierdas» en nuestra historia.
Estamos ante un complejo fruto de una equivocada percepción de la realidad. Un complejo que desaparecería desde el momento en que no viéramos a Don Pelayo o a los Reyes Católicos como reyes de «derechas».

– Por otro lado, el complejo de culpabilidad de la derecha.
Un complejo alimentado por la izquierda para no tener que dar cuenta de su propio complejo de inferioridad.
La izquierda ha emprendido una sistemática campaña de denigración de LO MEJOR de nuestra historia.
En esta campaña, una de tres:
* o se niega la grandeza de las aportaciones españolas;
* o se atribuye el mérito de aquello cuya grandeza no se puede negar a elementos alógenos al pueblo español. Ejemplo: si no podemos negar que el Cid es una obra épica de importancia universal… argumentemos que no es una obra española sino árabe;
* o se la ignora. Ejemplo: no se celebran gestas como la victoria de Bailén (11 de octubre), no se conmemoran hechos como la Constitución de 1812 que, para la demencial izquierda actual española parece ser considerada como «muy de derechas».
La derecha cobarde no se atreve a hacer frente a esta campaña y acepta perrunamente el diktat histórico-cultural de una izquierda ignorante pero maestra de la manipulación de masas.
Pese a que ningún intelectual de «izquierda» en España pueda compararse a Menéndez Pelayo o Menéndez Pidal, las aportaciones de estos gigantes hoy en día son ignoradas en beneficio de las elucubraciones interesadas de la nueva «intelectualidad progresista».
Este complejo desaparecería en el momento en que la derecha dejara de avergonzarse de los hechos históricos que la propia izquierda atribye a la «derecha».

España, una nación de 14 siglos de historia, el Estado moderno más antiguo del mundo, precisa estar orgullosa de su obra.
Luis Suárez, un gran historiador, acaba de hacer un recuento de las aportaciones de España a la cultura universal en una obra que en un día como hoy es obligatorio citar: «Lo que el mundo debe a España«.
Sin embargo, ni en la izquierda ni en la derecha se atisba a nadie que quiera empezar esta tarea. Esa es la razón por la que estamos ante una crisis nacional.

II. 12 de octubre, crisis de la Hispanidad.
La crisis nacional tiene grave repercusiones sobre los pueblos nacidos a partir de España.
No se trata sólo de que los nexos que debilitan estos pueblos se desatiendan. Esto es importante, pero la raíz de los problemas está en que si se niega la existencia de lo que dio vida a esos pueblos, estos pueblos empiezan a perder los nexos entre sí.
Si se niega el valor del heroísmo, de los descubrimientos, de la cultura, de los avances técnicos que España hizo en la conquista de América, los nuevos Estados empiezan a perder el nexo común que les une. Aportaciones éstas que fueron acrecentadas por avances jurídicos o científicos de los nuevos Estados hispanos.
El negar, desvirtuar o ignorar estas contribuciones positivas atribuibles a la comunidad hispana, repercute en la pérdida del peso internacional de estos países. Nunca ha sido más cierta la idea de que en el concierto de las relaciones internacionales cada uno de los países hispanos vale en la medida en que se mantenga unido a los demás.
Sin embargo, a medida que se disuelve la reivindicación y presencia del patrimonio común, las disensiones entre Estados hispanos aumentan y su peso internacional disminuye. Basta ver el triste papel que tienen hoy Argentina o España.

Parafraseando al papa Juan Pablo II, habría que hacer un llamamiento a los países hispánicos para que vuelvan a sus raíces.
Pero la crisis reside, precisamente, en que nadie tiene autoridad para hacerlo.

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Autor

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental Universidad de Santiago de Compostela

Carlos Ruiz Miguel

Catedrático de Derecho Constitucional
Director del Centro de Estudios sobre el Sahara Occidental
Universidad de Santiago de Compostela

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