Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

¿Democracia, o pura mafia?

 

Aseguraba Kiko Veneno que “la mafia española es mucho más potente que la italiana, no necesita matar. Tiene a los notarios, a los jueces, al Constitucional… Es más perfecta. Aquí, ¿hay un problema de corrupción en un partido? Se echa al juez. En Italia, tienen que llamar a unos sicarios, matar a Falcone, luego hacerle una estatua… En fin, más costoso y complicado.”

Hoy asistimos a ejemplos claros del pensamiento de Kiko Veneno. Que un presidente del gobierno, llegado al cargo por la puerta de atrás, asentado como okupa en la máxima poltrona de la mamandurria patria, pretende no desengancharse del poder aun a base de lo que sea, lo tiene bien fácil. Aprovechando la renovación del mal llamado poder judicial y su imperiosa necesidad de pagar la deuda impuesta por los independentistas para su okupación del poder, considerando que en España la llamada separación de poderes es una burda burla con la que engañar a un pueblo sin la menor formación democrática, pacta con la “familia” opuesta (entre bomberos no nos pisamos la manguera), aunque se hayan jurado odio eterno, la formación del poder judicial, un poder que lleva tragando indignamente lo que sea desde el advenimiento de la democracia, y lo hacen de la siguiente manera: Te cedo la presidencia del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo y tu me cedes la mayoría en esas instituciones, con la condición de que el capo de tales instituciones sea el juez que había de juzgar los delitos de sedición de los políticos catalanes, ya que así éste, con el nuevo cargo, habrá de abstenerse y en su lugar pasa a llevar el caso otro de mi cuerda, que no dudará en soltar a los presos en tanto no se lleva a cabo el juicio, cambiar la calificación del delito, alargar el proceso y acabar en una maquillada condena, para finalmente ser amnistiados por el okupa en cuestión, asegurándose así su permanencia en la poltrona. Si pasado el primer acto, en el segundo, la “familia” opuesta se ve en el paripé de tener que recurrir, de cara a su rebaño, aparecerá el Constitucional, quien dará todo por bueno y aquí, hasta la próxima, no ha pasado nada, se levantará acta del asunto, los medios se limitarán a dar la noticia con un ligero meneo en las tertulias y, hasta luego Lucas. !viva la democracia!.

La verdadera desgracia de los que, en nuestra juventud e inexperiencia, nos hemos creído la definición conceptual de las grandes cuestiones en materia política,  que con el advenimiento de la democracia se acabarían las corrupciones del sistema,  que la “sabiduría popular” conseguiría aupar a los más preparados a la dirección del país, que el llamado cuarto poder significaría la garantía del control externo al servicio del pueblo, que nuestros políticos serían gente honorable, nuestros partidos una garantía y que la democracia era la panacea para todas nuestras miserias, pasado el tiempo comprobamos, ante la indiferencia de los grandes rebaños que constituyen las amplias mayorías, que éramos unos ingenuos, que “todo está atado y bien atado”, y que las dictaduras, disfrazadas de “democracia”, siguen campando a sus anchas, amparadas en la estupidez de un pueblo que sigue sin querer enterarse de nada, y trabajando siempre a sueldo de los mismos.

Otra prueba más de lo mismo, de la estupidez popular y de la sinvergüencería de la particular mafia política al uso, lo constituye el asunto hipotecas. 

Hoy, alrededor del 40% de lo que pagamos por una vivienda, a la que según nos dice la Constitución todos tenemos derecho (el poder luchará para evitar la especulación… !que cara!), son impuestos, al suelo, a los materiales, a la construcción, al beneficio del promotor, a los documentos necesarios, honorarios,  tenencia de bienes inmuebles, etc., etc.

Los bancos te conceden un crédito hipotecario para comprar una vivienda, o lo que es lo mismo el 60% de lo palpable y el 40% de impuestos, crédito del que deberás devolver el principal y los correspondientes intereses a lo largo de una serie de años, que sumados a los impuestos citados harán que el verdadero valor de lo que compras sea prácticamente el 50%. 

Durante ese tiempo habrás de ser fiel al banco con tus depósitos, domiciliaciones, y demás “ofertas”, de lo que se cobrarán sus correspondientes comisiones, etc. A mayor abundamiento, al necesitar que establezcas las garantías que consideren suficientes, por interés del propio banco, deberás firmar toda una serie de documentos que llevan implícitos un impuesto llamado de actos jurídicos documentados, que pagarás sin rechistar. Como alguien consideró de interés del banco ese cargo, y tras el correspondiente recurso se le dio la razón, los capos del llamado poder judicial, en interés del propio gobierno y de la banca que le mantiene, pusieron en duda tal sentencia y la rectificaron, no solo para volver a la situación anterior, sino para que la banca y el gobierno aumentaran sus beneficios, a saber: Al tonto de turno, de entre el rebaño necesitado, se le dice que ahora ya no tendrá que pagar el impuesto debido a la formalización del documento, pues eso correrá de cuenta del banco (que menos en un gobierno socialista). 

Como eso supone que el banco verá incrementados sus costes en la operación, lógicamente acabará, de una forma u otra (ya lo han anunciado), recuperando el coste a través de un encarecimiento de la operación, para mantener al menos sus resultados. El gobierno, para contentar al rebaño, le dice al banco, vía decreto-ley (otra forma de pasarse al legislativo por el arco de triunfo), que ese coste no se lo puede deducir del impuesto de sociedades como un gasto más (25%), por lo que si quiere que tal operación acabe siendo neutra para sus intereses, te tiene que cobrar, por cada 100 euros, la cantidad de 133,3, para que al deducir el 25% (33,3) su cuenta quede como estaba, y como ya puestos, es fácil cuadrar los números, en el mejor de los casos incrementará el coste del impuesto de la hipoteca hasta los 135, o 150 que es un número más mono. El resultado será un incremento de beneficios para el banco, y corregido y aumentado otro, vía impuestos, para  el llamado socio tonto, que de tonto no tiene un pelo, el teórico Estado (somos todos) aunque en la practica se convierta en un arma electoral de disponibilidad del gobierno, que verá como el contribuyente le afloja la mosca de una mayor contribución, pero pensando que ahora ya no paga el impuesto, del que le ha librado el guapearas que okupa la máxima poltrona, pasando de recaudar unos 2.000 millones por este concepto, a cerca de 3.000 a mayor gloria de banca y gobierno, gracias a la actuación agradecida y reparadora de la “justicia”. 

John Locke fue quien planteó la división de poderes para el correcto funcionamiento de una democracia, pero fue Montesquieu, en 1748, con su obra “El espíritu de las leyes”, quien cimentó las bases de una correcta especialización en esa división para que pudiera ser efectiva, con la creación de unos poderes absolutamente independientes y sin preponderancia de ninguno, de manera que nadie pueda dominar ni ser dominado, y todo ello en beneficio del pueblo, que en democracia es, al menos teóricamente, quien ostenta el poder, que ve en la separación de poderes la garantía de su libertad, de manera que el poder pueda detener al poder cuando este se excede en sus atribuciones al sobrepasar la labor que a cada uno se encomienda, como es para el legislativo (las Cortes) el confeccionar las leyes por las que regirnos, para el ejecutivo (Gobierno) el hacer efectivas las decisiones de funcionamiento, y para el judicial (los jueces) el controlar que todo se hace de acuerdo a ley. Hasta aquí la teoría.

La llamada mafia, nace en Sicilia como necesidad de que ciertos terratenientes garanticen sus ingresos, hasta entonces muy burlados por sus deudores, entendido como “justicia vigilante” o ejercicio autónomo de la ley, lo que acabó constituyendo un poder que determinadas “familias”, según los distintos intereses en determinados campos, acabaron ejerciendo con total impunidad. Sus prácticas, en principio limitadas a actividades legales, se fueron imponiendo en aquellas ilegalizadas y con ello más rentables, que en principio abarcaban la droga, la prostitución, el alcohol, las armas, el tabaco, el contrabando en general (vulneración del negocio exclusivo del Estado), etc. para acabar derivando a la política como actividad legal, pero como compendio regulador de lo que interese a las distintas “familias”, o partidos políticos, en cada momento, siendo la llamada “democracia”, y su particular forma de entenderla, el resorte de legalidad en el que apoyarse, con la ayuda de los llamados “medios”, sostenidos por la propia política y en detrimento de un “pueblo” absolutamente anestesiado, que ha llegado a creerse lo de la bondad de la adulterada democracia, que se le vende como mejor o única forma de regirnos, de manera que el poner en duda la propia democracia pueda considerase un “pecado” políticamente incorrecto, de consecuencias demoledoras para el osado e ingenuo provocador. Así el mafioso era considerado como un hombre de honor y la ley del silencio (omertá) el principio por el que regirse en cualquier actividad.

En estos días, supuestos hombres de honor, capos de cada partido o “familia”, con el silencio por bandera y la complicidad de los medios, nada escandalizados por ello (ni un solo editorial denunciando el miserable atentado a la democracia), han cocinado desde el poder ejecutivo y legislativo, en un acto de vulneración absoluta del principio de separación de poderes, la constitución del poder que tiene como misión el vigilarles, controlarles y en su caso censurarles, negociando el liderazgo del capo que ha de “regir” supuestamente ese poder para, acto seguido, nombrar a todos los componentes del mismo, según sus distintas afinidades a cada “familia”, lease PP, PSOE (los de siempre, la casta…) y Podemos (lo de estos tiene tela…) y en la proporción que han considerado oportuna, quienes ahora habrán de llevar a cabo el paripé de votar al ya designado presidente, en interés de lo expuesto al principio, y ello llevado a cabo por aquellos notables togados que nuestra ingenua sociedad considera los más puros, garantes de su libertad, dignidad y seguridad.

En España, el poder legislativo, lo forman componentes de listas cerradas y blindadas (orden establecido) de las distintas familias, entre personas que no llegan ahí por su preparación, sino por el mérito de rendir pleitesía al capo de turno de cada familia o partido (solo alrededor del 1% de los españoles), para un periodo de 4 años en los que no tienen que dar cuentas a nadie más que a su propio capo, si no quieren caer en desgracia. El pueblo se limita por tanto a votar a una familia o a otra, sin opción alguna a hacerlo por alguien ajeno a tales preferencias del capo de cada familia, y sin poder pedir explicaciones o retirarles su confianza en ese periodo de tiempo donde habrán de consentirlo todo, asistiendo impertérritos a ver como las leyes las confeccionan y aprueban toda una serie de paniaguados, ajenos en su casi totalidad a la buena práctica de confeccionar unas leyes que habrán de regir nuestras vidas, ser la base de las actuaciones del ejecutivo y servir de cimiento para que el judicial imparta “justicia” y hacerlo votando lo que les ordena el capo de cada familia (algunos incluso se equivocan, a veces, de botón).

El poder ejecutivo ya no lo vota absolutamente nadie más que los “elegidos” para el poder legislativo, que debería suponerse independiente, y ello únicamente en la persona de su presidente, quien ya nombrado confecciona, a su digital dictado, toda la formación de un gobierno que habrá de regir nuestro devenir futuro, en personas que nadie ha elegido, en función únicamente, no de su especifica capacidad, sino de intereses propios internos de la familia en cuestión.

Finalmente el judicial, también supuestamente independiente, se acaba confeccionando en la forma ya expuesta, de manera que aquí acaba ostentando absolutamente todo el poder el “capo di tutti capi”, a veces de forma absoluta y a veces debiendo pagar el canon establecido por las distintas familias que lo sostienen, y como en el caso actual, mantienen en su okupación de regir legislativo, ejecutivo y judicial, a su antojo y en su única persona. Tres personas distintas y un solo dios verdadero… 

Diferencias con el concepto de democracia, todas. ¿Alguna diferencia con la mafia, salvando la apariencia señalada por KiKo Veneno en el ejercicio práctico de la autoridad de las mafias al uso?. Pocas.

Solo un partido, Ciudadanos (aun no han tocado poder), se ha negado al paripé de los jueces, en un acto de puridad que, de momento, le honra. Ya veremos, aunque actualmente mafia habemus, y santificada por los distintos rebaños de las distintas familias, pastores y perros guardianes incluidos que, en gran parte, aplauden con las orejas, al tiempo que nos venden todo este circo como si de una teórica democracia se tratase.

La filosofía propia de la mafia: Cárgatelo, pero haz que parezca un accidente.

¿Democracia, o pura mafia?    

     

 

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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