Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

La alegre, infantil y bobalicona inconsciencia

La jubilación produce, en muy poco tiempo, cambios sustanciales en la actividad del ciudadano, entre ellos el ir perdiendo perspectiva e interés por tu antigua profesión, hasta el punto de considerarla algo bastante ajeno a tu propia identidad actual que, si es bien entendida, habrá de convertirse en un estado de júbilo permanente. Aunque a veces, solo a veces, algo te vuelve a antiguas predicciones que, por tu conocimiento sobre el particular, anticipaste en tiempos pretéritos, cuando nadie daba un duro por ellas.
Hoy, en un día no laborable, de esos en los que el periódico local de provincias descansa en su afán diario de dorarle la píldora al dictador más próximo, cuando los artículos habitualmente políticos de vergonzante entreguismo dejan paso a asuntos de mayor neutralidad, me encuentro con una página en la que se hace un pequeño estudio, a base de estadísticas, sobre el sector de la construcción en Galicia.
Afortunadamente uno puede presumir (a estas alturas pretender modestia es una jilipollez) de no haberse equivocado nunca en cuanto a previsiones de futuro en el sector de su actividad, lo que tampoco es demasiado mérito, pues se trata únicamente de un pequeño sector y muy concreto de la economía, como es el mundo de la construcción.
En España, la crisis del sector se manifiesta a mediados de 2007, aunque se venía lavando desde un par de años antes. En lineas generales, se produce por toda una serie de circunstancias que afectan a la economía en general, a características propias del país y particularmente a las muy especificas de la localidad de que se trate, asunto de sobras tratado con anterioridad.
Siempre he mantenido que en nuestro sector la crisis tenía un plazo, que la construcción volvería a cotizarse como una de las más seguras inversiones, que quien resiste gana, y que su duración en el tiempo tenía mucho que ver con las medidas que se adoptasen para paliarla, aunque dudaba muchísimo de su solución a corto plazo, ya que ni en el ámbito del Estado, ni en el de la Comunidad, y menos en lo local, se iban a acometer las reformas necesarias para ello, y todo por una mezcla de voluntad en no hacerlo y principalmente por falta de conocimientos sobre el particular, en el mundo de la política. Ha pasado una década y efectivamente ninguna de las tres administraciones citadas ha hecho absolutamente nada por solucionar el problema, aunque hoy, de nuevo, el mundo de la política vuelve a apuntarse triunfos ficticios por los que nada han hecho.
El precio de la vivienda es el resultado de una multitud de factores, pero a efectos de su análisis general podríamos reducirlos a cuatro: precio del suelo, precio de la construcción, beneficio de la empresa promotora, e impuestos. De estos cuatro factores, tres de ellos no fluctúan demasiado, como son el precio de la construcción, el beneficio de la empresa promotora, y los impuestos, pero uno de ellos es fundamental, cual es el precio del suelo, su repercusión en el precio de la vivienda, y ahí, que es donde reside el problema, nada se ha hecho en lineas generales en esta década perdida de aprendizaje.
El suelo se rige casi exclusivamente por una regulación puramente especulativa. Cuando la demanda de suelo se dispara y la oferta del suelo no le sigue, la especulación es el norte de todo el proceso.
Hoy, pasada una década del inicio de la crisis, una década en la que parecía que aquellos tiempos de precios altos en el sector no volverían, hemos vuelto ya a igualar precios con los de 2007, y vamos camino de superarlos en poco tiempo en líneas generales, pues en lugares en los que no existe prácticamente oferta de suelo urbanizado, el proceso especulativo volverá a subirse a la creta de la ola.
Pero, ¿porque estamos en un mercado tan imperfecto en el que existen tamaños desequilibrios?. Porque la normativa que rige el sector es profundamente errónea y caduca, en manos de gente totalmente inexperta y que hace uso del urbanismo para finalidades absolutamente ajenas a las propias de la actividad.
Las Comunidades Autónomas nunca se han planteado la regulación del uso del suelo para aquello que sus propias normativas en teoría preconizan, el uso equitativo y equilibrado del suelo para fines sociales.
También simplificando la terminología, se considera que existen tres tipos de suelo: el urbanizado, en el que no se precisa de actividad urbanística alguna para poder ser edificado y que pertenece en general al centro de las ciudades. El urbanizable, o suelo de reserva urbana como se le llamaba hace años, es decir aquel suelo en el que se preveían actuaciones de crecimiento de la ciudad, y que para ello necesitaban de ciertos procesos urbanísticos de ordenación y dotación de infraestructuras, siendo estos suelos una reserva en los que la sociedad volcaba sus previsiones de crecimiento, otorgándoles una riqueza de nuevo cuño en función del interés social pretendido, pero que para nada debería repercutir, como si de una lotería se tratase, en el bolsillo del propietario del suelo, de un suelo que de la noche a la mañana pasaba de ser no urbanizable a urbanizable, con lo que de riqueza en revalorización suponía, una riqueza que solo en la sociedad que adjudicaba tal edificabilidad debería repercurtir, el suelo convertido en auténtica materia de especulación. Finalmente el suelo no urbanizable, aquel que no debía urbanizarse, bien porque era de protección de determinada actividad de localización exterior a las ciudades, porque no interesaba su incorporación a la malla urbana, o porque la edificación en él dañaría una imagen que se quería conservar de las zonas no urbanizadas.
Ante esta realidad que tanto ha contribuido al encarecimiento de la vivienda, en beneficio de unos pocos que nada han aportado al proceso urbanístico, nada ha hecho la administración en esta década por solucionar el problema, nada.
Existen distintas alternativas en la lucha contra la especulación del suelo que impide el derecho a la vivienda digna que asegura la Constitución a todos los españoles, pero todas ellas pasan por una cierta intervención de la Administración en el proceso (las he enunciado todas ellas en artículos precedentes en años sucesivos), ya que el intervencionismo ni ha de ser generalizado ni totalmente ausente de nuestra regulación, pues estamos tratando de un bien social de primera necesidad que nunca debería depender del enriquecimiento ilícito de parte de la sociedad, en abuso de necesidades no cubiertas, sobre todo cuando ese enriquecimiento depende, no de causas naturales, sino de dispendios discrecionales, a veces arbitrarios, de la propia sociedad a la hora de calificar el suelo, una práctica que durante décadas ha utilizado la administración para enriquecer a sus propios partidos, a intermediarios y todo el clientelismo consiguiente. Pues bien, eso sigue sin afrontarse y preparado para cuando vuelvan las vacas gordas, la judicatura amaine presiones y controles, o nuevos métodos de ingeniería corruptiva se adueñen del mercado.
Ya en el ámbito local, el asunto es tanto o más grave, si cabe. En materia de urbanismo, en las ciudades, rigen los Planes Generales de Ordenación Municipal, un documento en el que la ciudad ha de plasmar su vocación de desarrollo, de cuyo estudio se ha de deducir la ciudad del futuro, lo que sus gobernantes pretenden de tal ciudad para su porvenir, para el desarrollo de sus fortalezas y oportunidades, de su competitividad y de su crecimiento, y ahí todo suele ser un caos.
Es esencial el que quienes gobiernan una ciudad tengan muy claro lo que pretenden para su futuro (practicamente nunca lo saben ni se lo proponen), si el poner las bases para el desarrollo de una ciudad comercial, si industrial, si de servicios, si puramente residencial, de comunicaciones, para la investigación, universitaria, etc. una ciudad claramente vocacional a la hora de afrontar todo aquello en lo que pretende ser competitiva y con ello crecer ordenadamente en el fomento de tal especialidad. Una vez teniendo claro la vocación y las posibilidades de competencia en la actividad a desarrollar, es preciso determinar las estrategias necesarias para ello (Plan Estratégico), para que una vez sepamos lo que queremos y como lo queremos, plasmarlo en un documento que lo articule, un Plan General de Ordenación Municipal.
Esta es la teoría, una teoría que concretamente en Galicia nadie, absolutamente nadie practica, pues los Planes solo han sido instrumentos para adjudicar edificabilidades, prebendas y clientelismo, amén de un pozo sin fondo de corrupción y fomento de la especulación en las transacciones del suelo, el origen de todas las corruptelas de partidos, sustituidas de momento por las adjudicaciones a empresas de servicios, la publicidad obligada a altos precios en los medios, en los que resulta curioso ver al dictador local en paginas pagadas siempre por los mismos, lo que invariablemente da cobertura en otras páginas a todo tipo de noticias siempre a su favor y conveniencia, corrupciones todas ellas de mayor dificultad de prueba, etc. El “progreso” entendido desde la visión de nuestros políticos.
Así las cosas, y volviendo a la publicación del periódico en cuestión, veamos que es lo más reseñable (en el ámbito de Galicia) de los datos que contiene: Por un lado y como titular enuncia, algo que parece contradictorio como que “La construcción encadena ya 30 meses al alza, pero destruye empleo por segundo año”. Como entradilla, “Las empresas constructoras pierden 7.400 puestos de trabajo en el último año y medio”. “La cifra de nuevos contratos en la comunidad es la más baja de todo el país”. Como destacado: “Desde 2014 el sector vuelve a estar en cifras positivas pero aun con niveles de 2001”.
Ya como deducción de los cuadros que acompaña, vemos que la afiliación a la Seguridad Social es claramente ascendente desde mediados del 2012, al igual que el PIB, pero curiosamente decreciente respecto al PIB de la comunidad, con lo que el sector ha perdido peso muy claramente como sector productivo. Por otra parte el paro ha ido decreciendo suavemente, pero, y esto es fundamental, el precio de la vivienda no ha dejado de ascender, desde mediados de 2012, situándose ya en los niveles del inicio de la crisis, reflejando estas estadísticas la realidad global gallega, de un sector que ha dejado de hacer obra nueva y que en su lugar se ha dedicado durante estos últimos años a la reforma y actualización del parque de viviendas existentes, lo cual no es nada malo, sino todo lo contrario, pero tal actividad es incapaz de levantar seriamente un sector que volverá a ser floreciente, pero todavía a un ritmo muy lento, constreñido además por un desequilibrio entre demanda de vivienda nueva y oferta, que ha hecho que de nuevo la especulación se haya disparado peligrosamente y con visos de volver a romper el mercado ante la ausencia escandalosa de oferta de nuevo cuño, sin que nadie haya puesto límite al proceso especulativo.
Si a todo esto añadimos ahora la realidad de Vigo, la ciudad más poblada de Galicia, el asunto es francamente preocupante, una realidad en la que llueve sobre mojado por repetidos errores en sus intentos.
Vigo no dispone de Plan General de Ordenación Urbana (anulado judicialmente), debido a las barbaridades introducidas en su proyecto por el actual alcalde, quien carece de todo tipo de conocimientos urbanísticos, y que en su proverbial demagogia pretendía acabar con la especulación del suelo a base de medidas que nada tenían que ver con ello, que llevó a la ruina al sector de la construcción, y que finalmente terminó con lo poco que de bueno se había hecho hasta entonces en su confección, con el consenso generalizado, y con las expectativas de todo tipo de inversiones en la ciudad, desde la implantación de Ikea y el nuevo centro del Corte Inglés, pasando por la frustrada ampliación de PSA Citroën (en el filo de la navaja de su desubicación), entre otros, hasta el punto en que desde entonces nada se ha hecho desde el ayuntamiento por afrontar un nuevo Plan, ya que ni se sabe cuales son los objetivos a perseguir en la ciudad para su progreso y competitividad, su vocación de futuro, ni se preve ningún plan estratégico, ni nada que haga prever cualquier esperanza para el desarrollo de una ciudad que se contenta simplemente con fuegos artificiales, adornos navideños, cambios de aceras y legiones de promesas incumplidas y por incumplir, aplaudiendo con las orejas.
En estas condiciones, la oferta de vivienda nueva es totalmente inexistente y la de reforma se va acabando y con ello creciendo una especulación, que de no haber oferta de vivienda nueva podría crecer exponencialmente, lo que haría que la del suelo pudiese ser ya inalcanzable, pues tampoco se hace gestión de suelo alguna al respecto, y si alguien se atreve, desde la iniciativa privada (léase Karpin, entre otros), lo masacran.
De la lectura del artículo de referencia podemos incluso extraer lo siguiente: La construcción fue durante años la locomotora de la economía española y también de la gallega. Un año antes de que estallase la burbuja inmobiliaria en 2008 el peso del sector en ambas superaba el 10% (en Vigo el 12%). En la actualidad no llega al 6% (en Vigo no llega al 4%). El sector del ladrillo en Galicia llegó a dar trabajo directo a 152.000 personas, actualmente no pasa de 66.000. Del trabajo indirecto, de toda la industria subsidiaria de la construcción, ya ni hablamos
El dato más relevante no obstante es el siguiente: Durante el primer semestre de 2017 se construyeron 565 viviendas (en Galicia), una cifra que rompe con tres ejercicios consecutivos a la baja, aunque todavía supone un 97,7% menos que en el mismo periodo de 2007 cuando fueron 25.486. Es decir, el volumen de construcción de Galicia hace una década era !!!45!!! veces superior al de la actualidad.
El dato es aterrador con vistas a una nueva oleada de especulación, que me reafirman en que invertir en la construcción siempre será un buen negocio, ya sea al corto, al medio, o al largo plazo, dependiendo de todo tipo de situaciones, y en una ciudad como Vigo todavía más, pues no se vislumbra para nada un tirón en la oferta que vaya a equilibrar el proceso ascendente del precio de la vivienda nueva, ya que para que aparezcan en el mercado, por el marchamo actual de las cosas, aun quedan por delante al menos algo más de una década, si finalmente a alguien le entra un ataque de sentido común y pone el juguete en marcha, lo que me temo no sucederá por falta de conocimientos, y sobre todo de ganas en quien darle al pueblo chucherías le da tal rédito que no ve otra cosa que su permanencia en la poltrona de una ciudad con política de pueblo, pero con presupuesto de la ciudad más poblada, confiada y con menos conciencia en lo fundamental, y de sus posibilidades, de toda Galicia. La Arcadia feliz de deseo, el nirvana del espíritu pueblerino, donde nadie sabe ni quiere saber.
Esto en el sector de la construcción, en el comercial, industrial, de servicios, deportivo (ciudad deportiva a Mos), e infraestructuras, tres cuartos de lo mismo pero, aquí no pasa nada, todo es alegría, jolgorio, el rebaño en el corral y loas en el circo a nuestro amado líder… y beben y beben los peces en el rio, y vuelven a beber, los peces en el rio por ver a Abel crecer.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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