Desde el Exilio

Miguel Font Rosell

Las posverdades y el universo culé

 

Recientemente, la Real Academia de la Lengua Española ha incorporado a su diccionario la palabra “posverdad”, que define como: Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales.
Como concepto, se trata de algo tan antiguo como la vida misma, ya que es consustancial al ser humano, a su ambición de dominio, pues la manipulación de creencias y emociones es algo de todos conocido y por todos sufrido, ya sea en política con la demagogia, o en materia religiosa con lo que llamamos fe, o “creer lo que no vimos”, según la definía el famoso padre Astete en su posverdadero catecismo, que en paralelo con el del padre Ripalda, ambos jesuitas, sirvieron para aleccionar a generaciones, aprovechándose de la ignorancia y la ingenuidad de la niñez y de su capacidad de asimilar sin mayores cuestionamientos, desde ese poder absoluto del que disponía en España la iglesia católica durante siglos, para marcarnos a todos con el estigma del miedo a una condena eterna y el sometimiento cotidiano.
La posverdad nos recuerda aquella frase pronunciada por Giordano Bruno, dominico contemporáneo de los citados, a la vez filosofo, astrónomo y matemático, declarado culpable por la Inquisición y quemado vivo en la hoguera, por exponer teorías, hoy aceptadas por todos, desviadas del contenido doctrinal de la iglesia oficial de entonces: “ se non è vero, è ben trovato”.
La distorsión deliberada de una realidad, manipulando creencias y emociones, convirtiendo algo que “non è vero”, pero sin embargo, y en aras de lograr tales manipulaciones puede ser “ben trovato”, sobre todo cuando el individuo se siente bien, esperanzado, reconfortado y protegido con la posverdad, es lo que ha llevado al éxito, durante siglos, a determinadas religiones, pues es sabido que a un dios, por definición, se le asignan todos los poderes, ¿qué dios sería si no fuese omnipotente? y, siendo todopoderoso ¿como no vamos a creer en lo que de él se nos cuente, aunque se trate de las fantasías más alucinantes, y aunque nada encaje?. Lo grave es que ese cariz de protección, esperanza y lo que queramos, no solo les impide a muchos analizar el asunto sin miedos, con un mínimo de independencia, distancia, seriedad y racionalidad, sino que quienes así se sienten, huyen de hacerlo, rehuyen cualquier tipo de conversación al respecto, se sienten incómodos y te rechazan por ello (antiguamente te quemaban).
Viene esto a cuento, ya que analizando recientemente con unos amigos, católicos todos ellos, el tema único, el “procés”, se echaban las manos a la cabeza pensando en la locura de que personas formadas, titulados ejercientes, de éxito y consideración social, pudieran creer a descerebrados como Puigdemont, Junqueras, Forcadell, etc. cuando les aseguraban que en una Cataluña independiente, todo sería jauja, que el progreso catalán se dispararía, que los bancos, las empresas y las universidades se pelearían por un sitio en esa Cataluña feliz, liberada del yugo españolista, etc. Una posverdad desde la política que les parecía alucinante, a quienes creían en una posverdad infinitamente más fantasiosa, desde la religión. La paja en ojo ajeno y la viga en el propio.
Es evidente que cuando mezclamos creencias y emociones o sentimientos, el asunto aun parece más increíble y ahí voy a entrar en el universo fútbol, en el universo culé, en ese Barça que, en consecuencia, dice ser más que un club.
Es evidente que esa pretendida independencia de Cataluña no pasa de ser una utopía, un sinsentido, un anhelo puramente fascista (otros que también se sienten “mejores”) y absolutamente fuera de tiempo y lugar en el mundo actual en el que la tendencia es la contraria, la de formar cada vez con mayor efectividad una única comunidad donde poder aplicar la solidaridad y la justicia con mayor efectividad.
Hoy el Barça está, sin duda, entre los 3 mejores equipos del mundo, cuenta con el mejor jugador de la historia del fútbol, le saca en la liga una diferencia de !14! puntos a su eterno rival, el Real Madrid, a quien acaba de machacar en el Bernabéu con un 0-3, en la misma jornada en que el Espanyol acababa con la imbatibilidad del At. de Madrid, unos días después de que el máximo demagogo catalán del momento disfrutase, desde su huida a Bruselas, de la victoria del Girona sobre el Getafe. Tres partidos, tres victorias de catalanes sobre madrileños, el súmmum de la felicidad patria, el nirvana, el orgasmo cósmico futbolero, …mi reino por una camiseta.
Pero, ¿porque ha sido ello posible?. La respuesta es evidente y harto sencilla, porque son españoles, porque juegan en la liga española y porque siendo la liga española la mejor del mundo, les permite alimentarse copiosamente y tener en las filas de sus equipos a lo mejor del mercado.
Veamos ahora, desde la realidad, no desde la fantasía de la posverdad, lo que ocurriría de obtener la independencia, esa que piden con sus esteladas, los que quieren creer que entonces se pelearían las ligas francesas e italiana por contar con ellos, cuando la UEFA ya ha dicho que nada más lejos de la realidad, pero que al igual que lo expuesto en materia religiosa, hacen oídos sordos a aquello que no les reconforta, amparándose en la tribu, aunque se trate de la auténtica realidad de los hechos sobre sus supuestas fantasías.
Supongamos que la independencia se hace efectiva mañana mismo. La federación catalana de fútbol sería excluida de la española y con tal exclusión dejarían de jugar todos los equipos que militasen en las ligas españolas. Centrándonos en nuestra primera división, los tres equipos catalanes (Barça, Espanyol y Girona) serían excluidos. La liga en marcha, en lugar de 20 equipos pasaría a tener 17, los partidos que restan por jugar a cada equipo, contra esos equipos excluidos, se les daría por vencedores con resultado de 1-0 y el nuevo líder pasaría a ser el At. de Madrid. Con ello, los equipos catalanes dejarían de jugar la liga, la copa y el Barça la copa de Europa, ya que la federación catalana no sería reconocida por la UEFA, al menos a corto plazo, con lo cual el paro para esos equipos sería absoluto, las indemnizaciones que el Barça tendrá que pagar a sus jugadores, publicidad y todo tipo de compromisos adquiridos, les llevarían a la ruina inmediata, el Camp Nou se cerraría por imposibilidad de mantenimiento, al igual que las distintas secciones del Club (baloncesto, balonmano, waterpolo, etc.) y lo que es peor, todas sus figuras, una a una irían engrosando las filas de los que hoy son sus rivales, teniendo que ver, esos auténticos imbéciles de la estelada, como el equipo de sus sentimientos desaparecía en un suspiro, mientras que Messi posiblemente fichase por el R. Madrid, o por cualquier europeo, al igual que los catalanes Piqué, Busquets, Alba, etc., quienes evidentemente se negarían a pasar a jugar una liga catalana de solteros contra casados, habiendo quedado excluidos por otra parte de la selección española. En definitiva, los mismos bobos de baba que hoy berrean la independencia desde sus esteladas, acabarían colgando de los perendengues a Puigdemont y todos sus secuaces, enarbolando banderas españolas y pidiendo de rodillas a las puertas de la federación española que les dejasen seguir siendo “algo más que un club”.
El ser humano no puede ni debe vivir de posverdades, so pena de estar en manos de los más canallas, de los que se aprovechan de la candidez y la ignorancia, de los que manipulan creencias y sentimientos en beneficio propio, a base de que perdamos por inacción, los auténticos dones que como personas todos atesoramos, la racionalidad, la libertad, el conocimiento, la inteligencia, el pensamiento científico, la duda, virtudes todas ellas contrarias absolutamente a instrumentos de manipulación como la fe o la demagogia, disfrazadas de valores. ¿que valor tiene creer desde la irracionalidad, en lugar de cuestionar desde nuestros valores internos?
Hoy el mundo, afortunadamente cada vez va creyendo menos en dioses que se titulan todopoderosos e inmensamente buenos y son incapaces de parar todo tipo de miserias, desde procesos naturales que arrojan millones de muertos o seres irrecuperables de por vida, hasta la indignidad de ver morir a miles de niños desnutridos en una muerte horrible sin el menor amparo ni justificación, para ver como legiones de crédulos, desde una candidez de la que deberían avergonzarse por inacción de sus propios valores, acaban haciendo el juego a los vividores de todo el invento, pidiéndole aquello de “perdona a tu pueblo señor, no estés eternamente enojado, perdónale señor”. ¿Enojado? ¿contra un niño que acaba de llegar a la vida y al que quien todo lo puede y es absolutamente bueno le condena, o nada hace por evitarlo, a una muerte lenta y dolorosa por falta de agua y alimentos, cuando cualquier humano, si pudiera lo salvaría?.
Sinceramente, el mal está en nosotros, en no utilizar nuestros auténticos dones como seres humanos, en no ser capaces de desenmascarar y acabar entregándonos a quienes nos manipulan distorsionando deliberadamente la realidad, ya sea en creencias o emociones, en la religión o en la política, las dos materias que a lo largo de la historia han propiciado, y siguen haciéndolo, más guerras, más miseria, más intolerancia, más indignidad y menos libertad, entre los seres humanos.
Bienvenida pues la palabra posverdad, que no su concepto.

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Miguel Font Rosell

Licenciado en derecho, arquitecto técnico, marino mercante, agente de la propiedad inmobiliaria.

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